FRANCISCO ALVAREZ CASTELLANOS
Este es el tercer artículo que escribo sobre el tema haitiano, sin resultado ninguno. Pero el pasado lunes, 28 de enero, este diario publicó una interesante información de Ubaldo Guzmán, en la que se señala que «dominicanos son reemplazados por haitianos en la zona rural».
El trabajo de Guzmán se basó en pruebas fehacientes.
El número de haitianos en el campo crece debido a la migración de los dominicanos hacia las ciudades, abandonando sus tierras y labores agrícolas.
Pero no solo los haitianos están tomando posesión del campo, sino que también se encuentran cada vez en mayor número en las ciudades. Son centenares, miles los que se dedican a vender tarjetas telefónicas, a trabajar en la industria de la construcción y hasta tienen un mercado público cerca de la avenida Mella llamado le petit Haití.
Y el colmo es que ya los haitianos están formando sindicatos, asunto que fue denunciado por mí hace unos quince o veinte días.
Las autoridades no se han dedicado a trazar planes (y llevarlos a cabo) para saber dónde están esos haitianos, y si su presencia es legal o ilegal. El caso es que miles de haitianos se encuentran en el país, sin que se haga nada para retornarlos a su patria y evitar que vuelvan. La frontera con Haití tiene más de 300 kilómetros. Entonces, ¿por qué no se levanta un muro desde Dajabón hasta Pedernales, con puertas en tres o cuatro poblaciones fronterizas que permitan el paso de ciudadanos documentados y el libre comercio entre las dos naciones?
Ya entre Estados Unidos y Méjico se construyó un muro y no hubo problemas. Pero nosotros sí vamos a tenerlos, ¡y grandes! si no hacemos algo para impedir la invasión pacífica de haitianos que cualquier día podrían adquirir la ciudadanía dominicana y tener derecho al voto.