La «Harley Vice»

La «Harley Vice»

MARIEN ARISTY CAPITÁN
Cinco de la tarde. El sol comienza a decaer y los tígueres, contentos porque han descansado bastante bien, deciden salir a dar una vuelta por el barrio. Son tres. Con pinta siniestra, mostrando con descaro que no les importa que se les pueda reconocer, deciden entretenerse un poco: desde que el presidente Fernández pasó por su barrio, hace un par de meses, la tranquilidad se ha adueñado del lugar. Hoy, aburridos, aseguran que es hora de volver a actuar. Tras mirarse a los ojos, en gesto de plena complicidad, los amigos atracan a un pobre señor. El hombre, que se desespera, pega un grito y termina con una herida de bala. Posteriormente, tras el estruendo del arma, el ruido copa medio Capotillo: es la Policía, dicen los delincuentes al tiempo de salir corriendo.

Cuando el agente llega, con una reluciente y bullosa Harley de diecisiete mil dólares, la incauta víctima se lamenta: se acaban de ir, le dice al tiempo de pedir ayuda y mostrarle el camino por el que se fueron. El poli, raudo, se dispone a seguirles y deja al herido en mano de los vecinos.

La escena se torna ahora interesante. Aunque va rápido, el agente enfrenta mil inconvenientes: amén de que la moto es grande, las calles son estrechas y curvas, lo que dificulta cualquier maniobra. Además, como si esto fuera poco, los baches están a la orden del día.

Sorteando todos estos inconvenientes, el agente divisa a los delincuentes. Finalmente, cuando los tiene casi a punta de pistola, sucede lo inevitable: ellos se internan en un callejón y la moto, lamentablemente, no cabe por el lugar. La fuga, en pocas palabras, está servida…

Aunque leída con calma no tiene impacto, ponerle imagen a la situación descrita podría ser un buen ejercicio. Sobre todo ahora, cuando se está hablando de que en Capotillo –donde se ha estrenado un nuevo programa de seguridad ciudadana– se piensan rodar escenas de Miami Vice, la legendaria serie que tanto furor alcanzó a mediados de los años 80 (en el caso de nosotras, las chicas, por Don Johnson).

Mezclando una cosa y otra, creo que no sería una mala idea que en lugar de hacer una reproducción de la famosa serie, se filme en el país la «Harley Vice», una realización de corte local en la que la República Dominicana podría lucirse contándole al mundo cómo un grupo de agentes a bordo de motores combaten el vicio y la delincuencia de Capotillo.

En ese caso, ¿pesarían más la realidad o la ficción; la posibilidad o la exageración? Eso, la verdad, importa poco cuando pensamos en que cada policía que patrulla Capotillo lo hace sobre RD$493.000.

No sé a quién pudo ocurrírsele la idea de pensar que este tipo de vehículos (cuyos repuestos son por demás bastante caros) es ideal para el patrullaje de calles estrechas, callejones de difícil acceso y tígueres de muy mal talante.

No sé, insisto, si es que el Gobierno ha llegado a pensar que somos estúpidos confesos y no nos sentimos burlados al ver lo que hacen con nuestros impuestos. También cómo se contradicen con aquello de que estamos en tiempos de austeridad y de ahorrar combustible (con lo poco que gastan las Harley, caramba).

A estas alturas sólo sé que mientras el Gobierno gasta casi siete millones de pesos (son 14 Harley, por lo que hablamos de que costaron RD$6.902.000) en este «detallito», hay escuelas que no han comenzado la docencia porque no tienen un plantel  terminado o el suyo se cae a pedazos. En Capotillo, por ejemplo, tienen una escuela a medio talle y otras tres en estado calamitoso.

Lo más triste de esto es que, aunque no puedan reconocerlo a viva voz, en Educación sólo les queda mirar al cielo y respirar ya que no tienen suficiente presupuesto para resolver los graves problemas de infraestructura que arrastra el sistema oficial de enseñanza. Pero, ¿qué importa la educación de miles de niños frente al gusto de pasear unas Harley por Capotillo? Eso es este país.

m.capitan@hoy.com.do

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