La hazaña de  Sosa hace recordar grandes
logros de muchos jugadores del pasado

La hazaña de  Sosa hace recordar grandes<BR>logros de muchos jugadores del pasado

POR  EDUARDO DAHUAJRE
En la primera etapa de las estrellas de color del béisbol desfilaron por República Dominicana en los años 30 y 40, como los famosos Martín Dihigo y Satchel Paige.

 Y, ¿quiénes fueron estas figuras? Dihigo era conocido como «El Inmortal» o «El Maestro», fue un pelotero muy completo, capaz de jugar todas las posiciones brillante. Bateaba bien, era un buen corredor en las bases y tenía un poderoso brazo. En agosto de 1977 pasó a formar parte del Salón de la Fama del béisbol estadounidense mediante una selección del Comité de Veteranos de las Ligas Negras.  Martín Dihigo fue reconocido en las ligas latinoamericanas al final de su carrera, pues jugó con la Liga Mexicana desde 1937 hasta 1950.

De su lado, Satchel Paige. comenzó su carrera en 1924 en la Negro League y se mantuvo en el béisbol durante 50 años. Jugó para equipos de Cuba, República Dominicana y México. En 1933 logró 64 innings sin recibir carreras, 21 victorias consecutivas, y un récord de 31-4.  Debutó a los 42 años cuando jugó con los Cleveland Indians, siendo así el debutante de mayor edad.  Era la época en que los jugadores de color americanos y las luminarias latinas como Peruchín Cepeda (Padre), puertorriqueño, Rodolfo Fernández, cubano, Cocaína García, de Cuba, Horacio Martínez, dominicano y el también criollo Tetelo Vargas, quienes constituían el centro de atención entre los grandes del béisbo. Los dominicanos formaban parte del poderoso equipo denominado «Ciudad Trujillo».

El béisbol amateur se vio sacudido con el accidente de aviación de Río Verde en 1947 sufrido por las Estrellas del Cibao a su regreso de Barahona, donde se enfrentaron a las Estrellas del Sur. El catcher Enrique Lantigua, uno de los mejores de todos los tiempos conocido como El Mariscal, fue el único sobreviviente del trágico acontecimiento. Un año después, en 1948, el equipo de béisbol amateur de República Dominicana se coronó campeón mundial, en la serie celebrada en Managua, Nicaragua.  En esa serie participaron peloteros de la talla de Gallego Muñoz, Olmedo Suárez, Miguel Ford Aracena, el lanzador Sijo del Monte y Consuegra, que se consagró en ese evento como el mejor lanzador El Inmortal, Guillermo Estrella y el Mariscal Enrique Lantigua, Elías Frías y manager Manuel Henríquez.  Vale decir que el régimen de Trujillo, conocedor de la pasión de los dominicanos por el béisbol, también le ofreció su respaldo, e incluso tomó las medidas orientadas a vincular el béisbol criollo con el béisbol organizado de Estados Unidos. Era el tiempo donde el pitcher pedía un juego, el tiempo en que los bateadores señalaban pro donde sacarían la pelota de jonrón, al estilo de Babe Ruth, en.  Serie Mundial en la inigualable voz profesional del narrador Buck Canel. Es cierto que no se tenía gran conocimiento de lo que era el béisbol, en la gran medida reinaba la falta de profundidad en la apreciación técnica del mejor juego del mundo, pero la gente escuchaba los nombres de Ted William, Stan Musial, entre otros, a nivel de seres encantados pertenecientes al mundo del ensueño.

Después de un largo período de efervescencia del béisbol amateur se reinicia en 1951 el béisbol rentado, y a partir de entonces comenzaron a desfilar por el suelo patrio grandes hasta hoy día.

Mucho entusiasmo y fervor trajo este nuevo tipo de béisbol, contribuyendo los dueños de clubes, los analistas deportivos y esa voz extraordinaria de la narración dominicana, el As Félix Acosta Núñez, quién resaltó a lo largo de su existencia las condiciones de competencia de los jugadores dominicanos. Ahí comienza a destacarse grandes figuras como Osvaldo Virgil, el primero nacido en República dominicana que ingresó a las Grandes Ligas, los hermanos Felipe, Mateo y Jesús Rojas Alou, el sensacional intermedista Julián Javier, el más grande lanzador dominicano de todos los tiempos y el primero en llegar al Salón de la Fama del béisbol de Estados Unidos, Juan Marichal, y otros talentos como Cesarín Gerónimo, cuyo brazo en el jardín derecho de los Rojos de Cincinnati, es sencillamente incomparable. Ellos y otros más abrieron el camino a ese guerrero que se llama Sammy Sosa, al que queremos rendir tributo ante la hazaña de colocarse a la altura de Babe Ruth, Hank Aaron, Willie Mays y Barry Bonds, en el altar de los cinco gigantes de los palos de cuatro esquinas. Sammy Sosa junto a Mark McGwire contribuyó a darle una nueva aureola al big show con la competencia de jonrones que escenificaron en el año 1998. Sammy ha sido el primer latino en llegar a los 600 jonrones en un mes récord, el primero del mundo en sacar la bola en todos los estadios, y pese la pausa de un año fuera del béisbol durante el año 2006, apoyado en su propia decisión, preparación física y mental y una fuerte e inquebrantable disciplina, extremadamente al punto de no tomarse si quiera una copa de vino, realizó los ejercicios requeridos en el gimnasio de su residencia, hizo los entrenamientos más fuertes en San Pedro de Macorís y volvió dando una demostración increíble de que no en balde su nombre y su figura son parte de la iconografía y la leyenda del béisbol mundial.

Ahí lo tenemos ahora sin presión, en plena faena beisbolera, con calidades y responsabilidades, como atleta ejemplar a imitar por las nuevas generaciones. El y sólo él determinará cuando llegará la hora de colgar los guantes. Entretanto, desde nuestro palco decimos que Sammy Sosa es un patrimonio del Pueblo Dominicano. Por último, permítanme resaltar el aspecto humano de este pronombre del deporte de origen humilde.

Recordamos que cuando se hizo la plaza 30-30 en San Pedro de Macorís, Sammy le hacía un monumento al limpiabotas. Valoramos su trabajo humanitario callado desde la fundación que lleva su nombre a favor del desarrollo de centenales de jóvenes del deporte amateur. Y no quiero concluir este trabajo sin señalar lo que me dijo un amigo de infancia, el doctor Rafael Acosta Cabral, cito: «Tu sabes Eduardo lo que es este muchacho venir de San Pedro de Macorís y poner la bandera nacional en el tope del mundo beisbolero».

¡Salve glorioso dominicano! ¡Qué Dios bendiga ilustre carrera y a tu bella familia!.

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