La histeria por la difteria y la falta de vacunación

La histeria por la difteria y la falta de vacunación

Colmada de histeria colectiva, esta semana ha sido intranquila. La gente anda como posesa buscando vacunarse contra la difteria y, en su de afán lograrlo inmediatamente, ha abarrotado centros de vacunación que suelen estar vacíos o con poquitos padres llevando a sus bebés o niños bien pequeñitos.
Ahora, tras la muerte de un niño de cuatro años, todo el mundo quiere vacunarse porque salvo los niños de muy corta edad casi nadie está protegido, algo que no es de extrañar porque en el país los adultos no tenemos la costumbre de vacunarnos de nada.
Si usted le pregunta a cualquier persona por su cartilla de vacunación podrá comprobar que nunca ha tenido una en su vida adulta. Las autoridades, que tanto se preocupan por los infantes, hacen poco hincapié en el caso de los adultos, quienes no tenemos la más mínima idea de qué y cada cuánto tiempo debemos vacunarnos.
La medicina preventiva es algo que no conocemos: solo vamos al médico cuando estamos mal, es decir, a la hora de que hay algo que “reparar”. Por ello, incluso, gastamos más en medicina: en muchos casos las patologías son detectadas tarde, lo que hace los procesos sean más complicados de lo que deberían ser.
El ejemplo de la difteria debería servirnos para analizar el sistema de salud, lo que incluye la desidia de la población cuando se habla de vacunas, y ver de qué manera podemos ir hacia esa medicina preventiva que evitará que cosas como esta puedan volver a suceder. ¿Cómo es posible que aquí nadie sepa cuándo fue la última vez que se vacunó? Eso, en los países de verdad, no sucede.

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