La historia

La historia

Félix Servio Ducoudray era insospechable de trujillismo. Él y su familia sufrieron los rigores de la tiranía del trujillaje, por lo cual vivieron largos años fuera del país. Trabajábamos en la revista ¡Ahora¡ bajo mi dirección, y aquella mañana le comento que había muerto el maestro Luis Alberti. 

Félix Servio reaccionó rápidamente y dijo: sí era un gran trujillista, le escribió muchos merengues a Trujillo. Con la misma presteza repliqué: cierto, escribió muy buenos merengues, incluyendo los dedicados a Trujillo, que bailamos con mucho gusto por su calidad musical; uno no baila las letras, terminé.

En la escuela normal (secundaria) de mis tiempos, no enseñaban la Restauración de la República y aún hoy se llama gavilleros, como si hubieran sido bandidos,  a los patriotas que se opusieron con las armas en las manos a la ocupación norteamericana de 1916-1924.

En los liceos públicos y privados del país aún no se enseñan las gestas, el pensamiento, los escritos, las vidas de Ulises Francisco Espaillat, Francisco Gregorio Billini, Pedro Francisco Bonó… y par de contar.

En mis tiempos  se ocupaban de enseñar, con mucho énfasis, reseñas de los hechos ocurridos en Europa y América que no profundizaban en la historia.

Fue después de terminar la secundaria cuando leí y estudié la Restauración y sus personajes estelares y otros episodios fundamentales que conforman la dominicanidad; ello, porque en la escuela la enseñanza de la historia era muy superficial y se limitaba a simples menciones.

No es extraño, para blanquear a Trujillo inventaron hasta títulos nobiliarios y ancestros de noble alcurnia.

De la actividad de chivato de su abuelo no se hablaba. De roba vacas a dueño de la única radio-televisora del país, su hermano Petán; de puta a gran dama de la sociedad, una de sus hermanas; de asesino y genocida a “padre de la patria nueva”.

Esa historia se quiere ocultar y resaltar la obra física contra el ejercicio del envilecimiento y las bajezas.

El miedo al miedo y la posible confrontación con sus propias acciones, durante la tiranía de Trujillo, ha servido para ocultar la  historia.

A Balaguer no le podía interesar que los niños conocieran toda la historia, incluida la de los tiempos de Trujillo; tampoco  convenía a militares, policías, comerciantes, a la iglesia Católica, a quienes se enriquecieron ilícitamente,  muchos por vergüenza, otros por complicidad.

La bola continuó el curso y hoy nos enfrentamos a la prohibición de un museo sobre Trujillo.

Tenerle miedo al miedo e intentar ocultar la realidad no son un buen ejemplo para los jóvenes de hoy.

Publicaciones Relacionadas