SALVADOR PITTALUGA NIVAR
Se cumplieron recientemente 41 años del derrocamiento del gobierno constitucional del presidente Juan Bosch. Ese golpe de estado estaba preparado para ser dado en los primeros días del mes de febrero del 1963. en el libro de las memorias de Nicolás Silfa, figuran documentos que confirman ese hecho. Allí se encuentra, el texto del comunicado para informar al país del derrocamiento del Consejo de Estado del licenciado Rafael F. Bonelly, documento suscrito por los jefes militares de entonces, y el de una carta dirigida al presidente Jhon F. Kennedy, comunicándole, o más bien pidiéndole permiso, para dar el golpe.
Hasta ahora ninguno de los personajes envueltos en la conspiración han dado informaciones en el sentido de confirmar que el golpe de estado del 24 de septiembre había sido aplazado, ni se han explicado las razones de ese aplazamiento.
Pienso, que tuvo mucho que ver en el caso, lo sucedido en el curso de una reunión que tuviéramos don Angel Miolán y yo con el entonces secretario de Estado de Las Fuerzas Armadas, General Elby Viñas Román, fallecido hace algunos días, así como con los diferentes jefes de estado mayores de las distintas ramas castrenses, y el jefe de la policía nacional.
Encargado por el PRD y por el partido Vanguardia Revolucionaria, para organizar la toma de posesión de Bosch, regresando de una reunión con él en Roma, solicité al Presidente Bonelly reunirme con los jefes militares, a fin de transmitirles las instrucciones del presidente entrante, en relación con los actos de la toma de posesión.
Consciente de la importancia de aquella reunión, solicité la compañía de don Angel Miolán, presidente del PRD. Reunidos con los militares, al comenzar a informarles acerca de los deseos de Bosch, observé una reacción de risas burlonas más o menos disimuladas. Miolán y yo cruzamos miradas de preocupación.
Aprovechando el intermedio para tomar café, tradicional entre nosotros los dominicanos, les dije a esos señores, con la cara más inocente que pude, que Bosch me había dicho que tenía el propósito de no remover de sus cargos a ninguno de ellos, por lo menos durante los primeros seis meses de su gobierno.
Fue notoria la impresión recibida con motivo de ese anuncio, así como también, el cambio durante el resto de la reunión. El intermedio del café se alargó el tiempo necesario para que el General Viñas fuera a recibir una llamada en el despacho contiguo, por donde fueron pasando todos los demás altos oficiales. Al reanudarse las conversaciones, noté que un taquígrafo tomaba notas de las instrucciones que Bosch enviaba, y que el ambiente se había impregnado de seriedad. Hubo un cambio notable.
Al salir del palacio nacional, donde entonces estaba el despacho del secretario de las FFAA, Miolán me preguntó si era verdad que «Juan» me había dicho que no quitaría a esa gente. Le dije que fuera verdad o no, yo asumiría la responsabilidad.
Cuando regresó Bosch al país le expliqué las razones de mi ofrecimiento así como las circunstancias. Recuerdo que le narré acerca de las instrucciones de Trujillo, a su canciller Julio Ortega Fríer, cuando partía a la reunión de cancilleres de la Unión Panamericana en Washington, que conocería acerca del genocidio de haitianos en 1937. Fueron muy breves: «Vaya, comprométase a todo, que yo no cumpliré nada». Explicándole a Bosch que me había sentido en la necesidad de formular aquel compromiso, pero que él estaba en libertad de hacer lo que estimara pertinente.
La antevíspera de la toma de posesión, el 25 de febrero, en una reunión con esos mismos jefes militares, en la que habría de ser la casa presidencial de la calle Lope de Vega, Bosch me mandó llamar para ratificarle lo que «él» le había mandado a decir, respecto de su propósito de no removerlos de sus cargos por lo menos en los primeros seis meses de su gobierno.
Después que se fueron los militares, en privado con Bosch, le mantuve mi criterio, con todo el respeto posible, de que debía aprovechar la presencia del vicepresidente Lindon Jhonson y de varios jefes de Estado del Continente, para destituirles. Visiblemente preocupado me dijo: «si quito a estos y pongo a otros, sería la misma cosa, que hay es que ganar tiempo».
El gobierno constitucional del presidente Bosch, no llegó a los siete meses.