Germán tiene 38 años y vive en el sector capitalino Evaristo Morales. La madrugada del 8 de abril marcó su vida para siempre. Asistió a la discoteca Jet Set para disfrutar de una fiesta del merenguero Rubby Pérez, sin imaginar que sería testigo y protagonista de una de las tragedias más dolorosas que ha vivido el país, con un saldo de 231 personas fallecidas.
Acompañado de su hermana y su tía, estaba en el centro del local, frente a la tarima. Todo transcurría como una noche de música y alegría… hasta que la estructura colapsó.
“Mi hermana me dijo que mirara hacia atrás. Cuando volteé, todo se derrumbó”, recuerda con voz entrecortada.
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La tía de Germán murió en el acto. Su hermana está hospitalizada. Él quedó atrapado bajo los escombros durante cuatro eternas horas, 240 minutos entre polvo, hierros retorcidos, cuerpos inmóviles y un miedo que aún no logra describir por completo.
“Sentí mucho horror, mucho miedo… Pensé en el final. Me agarré de Dios. Oré bastante”, cuenta.
Durante ese tiempo, Germán no estuvo solo. Un hombre al que apenas recuerda, llamado Jeffrey, apareció entre el caos. No sabe quién era, solo que fue un voluntario, un ángel entre los escombros.
“Jeffrey me ayudó, y después llegaron los bomberos. Ellos terminaron con el rescate. Por ellos estoy vivo”.
Había señales, dice ahora con la claridad que da la distancia. Desde que llegó al lugar, notó que caían gotas del techo, como una advertencia ignorada por todos. “Desde que entré, vi que había goteras. Caía agua”.
El momento más traumático fue, sin duda, el tiempo que pasó atrapado. “Durar cuatro horas aplastado bajo tres columnas fue lo peor que he vivido. No se lo deseo a nadie”.
Le cuesta procesar lo ocurrido. Hoy, mientras sale del hospital Ney Arias Lora, su corazón está lleno de emociones. No sabe cómo nombrarlas todas, pero impera la gratitud.
“Agradezco a Dios. Me siento muy bien porque me han atendido muy bien. El equipo médico ha sido excelente, y he recibido bastante apoyo sicológico. Eso ha sido clave”, proclama.
Cuando le preguntan qué necesita ahora, Germán hace una pausa larga. Tal vez la más larga de toda la entrevista. Mira al vacío por un momento y con voz baja dice: “No lo sé… Estoy procesando todo aún”.
En medio del duelo, la reconstrucción emocional y física de los sobrevivientes como Germán apenas comienza. Aunque quería seguir la conversación con HOY, la familia tenía prisa por regresarlo al hogar y de su estado de salud solo pudimos observar que tenía una gran herida en la frente y una férula en el brazo izquierdo. Pero su historia, como la de muchos otros, merece ser contada: no solo por lo que vivieron, sino por lo que lograron superar.