Fue grato volver al recinto de la Universidad Autónoma de Santo Domingo luego de tantos años alejado de la docencia. Un panel de profesores encabezado por el Vicerrector Rafael Nino Féliz, opinó sobre la situación actual de la academia más antigua del continente americano. Dado lo escaso del tiempo disponible, fue necesario telegrafiar los conceptos. Aún así, se logró sintonía con el auditorio predominantemente estudiantil.
Quizás por haber participado del Movimiento Renovador Universitario desde sus inicios más de 40 años atrás, sentí un vacío al notar el desconocimiento generalizado de lo que ha sido el trayecto recorrido por la UASD en las décadas recientes. Fue tal la impresión recibida que propuse se creara una asignatura obligatoria que tratara sobre la historia de la universidad estatal en su etapa moderna. Esa carga académica no debía recaer sobre los estudiantes, sino sobre los profesores y las autoridades que gobiernan la institución. No debía permitirse que el cuerpo docente ni los administradores traten de orientar la academia al margen del conocimiento de cuándo, dónde, cómo surgió y se reprodujo.
Quizás pocos estudiantes y profesores se han enterado que el Movimiento Renovador Universitario surgió de la crisis nacional de 1965 que los dominicanos hemos bautizado como la guerra de Abril. Esta nueva etapa de la UASD tuvo un origen eminentemente político y patriótico. Grupos de profesores y estudiantes que defendían la soberanía nacional contra la invasión militar de Estados Unidos, se organizó para desplazar de la universidad estatal al sector conservador, aliado de los militares traidores a la patria. Y eso no puede ser ignorado ni olvidado porque costó sangre, sudor y lágrimas el que lograra instaurarse un ambiente académico donde primara la libertad de enseñanza.
Nadie debía ignorar, ni olvidar, que el gobierno provisional presidido por Héctor García-Godoy Cáceres, que sirvió de transición entre las violencias de la guerra de Abril y los doce años de Balaguer, trató de desconocer los intentos de modernizar la educación universitaria. No fue sino hasta que la sangre de los mártires estudiantiles del 9 de febrero de 1966 manchó el umbral del Palacio Nacional cuando se reconoció al Movimiento Renovador Universitario como legítimo representante de la Universidad estatal.
No obstante haber superado el escollo de la obligada transición, la nueva UASD tuvo que enfrentarse al asedio permanente del gobierno de Joaquín Balaguer, enemigo mortal de todo cuanto significara democracia y libertad de expresión. El sector reaccionario clamaba a gritos que se recuperara la Universidad para su beneficio aunque fuera a sangre y fuego. Pero Balaguer optó por maniobrar para convertir a la UASD en un gueto de la izquierda y de los sectores progresistas del país, los que tenían a la institución como único medio de subsistencia y de ejercicio político. Se permitía gritar, protestar y tirar piedras. Pero cuando los reclamos sobrepasaban los límites establecidos por el régimen despótico, la represión se dejaba sentir con toda la fuerza y la criminalidad de que Balaguer era capaz. Además, los servicios de inteligencia tenían garantizada desde el campus universitario una información privilegiada sobre la oposición política, gracias a los caballos de Troya que medraban entre los movimientos estudiantil y profesoral.
Varios grupos han tratado de renovar el Movimiento Renovador que ya cumple algo más de 43 años. No han tenido éxito porque la sociedad ha cambiado y los sortilegios de entonces no pueden ser utilizados hoy. Además, porque han querido hacer las modificaciones a toda la UASD de manera simultánea. Desde la nitidez que ofrece el alejamiento del escenario, puede decirse que lo más recomendable sería respetar a la dialéctica de la Naturaleza. Primero, debíamos transformar el Departamento más pequeño, donde haya menos complicaciones y mayores consensos. Luego, utilizar esa experiencia como plan piloto para extender los cambios, con prisa pero sin pausa, hacia toda la institución, tal como se expande la tinta en un secante.
Esa historia de la UASD, con sus orígenes político y patriótico, tiene que ser tomada en cuenta a la hora que se vaya a diseñar cualquier tipo de transformación. Tiene que ser transformada con sentido político y patriótico para que entonces pueda desarrollarse verdaderamente como la academia que debió haber sido desde mucho tiempo atrás.