La historia en la economía

La historia en la economía

POR JOSÉ LUIS ALEMÁN S.J.
Hace unos días el profesor Roberto Cassá regaló a los estudiantes del año básico de la Madre y Maestra una exposición verdaderamente magistral sobre la guerra de Restauración. Para quienes nos interesamos en indagar raíces de las peculiaridades de nuestro comportamiento la Historia interpretada socioeconómicamente es herramienta principal.

Schumpeter maestro de maestros de Economía en su famoso y poco leído Análisis del Pensamiento Económico (1260 densas páginas de la edición original) postuló cinco dimensiones del método económico: historia económica, métodos estadísticos, teorías o modelos explicativos, “sociología económica” y “economía política”. De estos campos fundamentales “la historia económica es con mucho la más importante”. ¿Por qué?

 Porque la historia no es mera identificación de hechos y conductas humanas acaecidas en el tiempo, esto sería historiografía, sino interpretación del por qué de esos hechos. Si definimos la conducta económica de forma que incluimos, además de los hechos, los motivos probables, las propensiones y también las instituciones o reglas de juego de las interrelaciones humanas: contratos y evolución de derechos de propiedad, etc. no tenemos otra alternativa diferente de la historia que nos ayude a dar sentido a un hoy heredero del ayer. Hechos sin sentido no ayudan. El sentido otorgado a los hechos tiene que parecer racional, “lógico” y para eso hay que buscar “tipos ideales”que ayuden a su interpretación.

Esta ingente tarea requiere curiosidad por investigar las raíces de los hechos, conocimiento de la sociedad y de la forma de gobernarse (Sociología y Política) y sentido de la realidad. La formación del historiador es más larga que la del economista. Con éxito el producto es espléndido como reconstrucción verosímil de la sociedad y como insumo indispensable para desarrollar una teoría económica fundada en la realidad y para diseñar políticas económicas realistas.

¿Cuáles son, para Cassá, los “tipos ideales” que dan sentido a nuestra muy singular realidad económica? El hato de la era colonial, la campesinización en la dominación haitiana, el mercado, el imperialismo económico, y el choque entre caudillos militares y gobernantes intelectuales.

Con perdón del maestro expondré de qué forma esos “tipos ideales” (criaturas de Max Weber) nos sirven a los economistas para comprender nuestra conducta económica nacional. 

1. El hato

La estructura del hato dominicano (grandes propiedades rurales sinlímites definidos donde el amo, en teoría el único que mandaba, vivía en contacto diario con sus peones y esclavos que se dedicaban a monterías para cazar cerdos salvajes o vacas cimarronas, talar y trabajar la foresta y cerca de las viviendas cultivar víveres sobre todo yuca y plátanos, con la carne de cerdo dieta de todos) permitía relaciones económicas paternales avaladas por un estilo de vida sin grandes diferencias sociales con apreciable ausencia del Gobierno. En los siglos XVII y XVIII el hato era probablemente la forma más frecuente de explotación económica. A una escala ampliada y tropicalizada que diría Marx el hato era similar al gremio medieval: estructura ideal de explotación paternalista.

Al crecer la población el hatero se iba convirtiendo en caudillo local aunque algunos de sus antiguos peones viviesen ya lejos. El hatero tenía con ellos derechos y obligaciones no escritas sociales, religiosas, económicas y de hecho hasta sexuales. Respecto al Gobierno el hatero movilizaba bandas de lanceros contra filibusteros o colonos franceses de Haití. El símil histórico pudiera ser el señor feudal.

 Seguramente esta descripción del sistema no es 100% real pero es, a mi gusto aceptable, para distinguir facetas y dinámicas de hechos bastante comprobados. Cassá mismo acentúa en su historia este tipo de dominación paternalista ausente de los mercados y en buena medida del poder público.

 En nuestra realidad todavía registramos, creemos, vestigios del poder local de los hateros, de la inexistencia de reglas económicas de mercado, de poca contribución fiscal a los Gobiernos, de la dependencia del pobre de los poderosos y de la obligación de estos a comportarse éticamente con los suyos. Ninguna de estas conductas es de hoy, ni del ayer cercano. Algunas, como la debilidad del poder político y el cumplimiento de acatamientos sin obediencia, se remontan más allá del hato a los tiempos de Colón y Roldán. 

2. La campesinización

Así como debo mi “tipo ideal” de hato a Cassá, me pasa lo mismo con Frank Moya en el origen de la campesinización. Su nuevo “tipo ideal” se basa en el sistema minifundista que impuso Petion en Haití y que lo llevó a imponerlo en el Este de la Isla para contar con tierra que repartir. El sistema secularizó las tierras de la Iglesia y al exigir títulos de propiedad con límites definidos debilitó el sistema hatero sobre todo del Cibao.

 Los antiguos peones del hato y no sólo haitianos se beneficiaron con la asignación de minifundios y s vieron forzados a dedicarse a la agricultura desubsistencia, a producir para el autoconsumo y no para el mercado, sin adiestramiento en tecnologías adecuadas. El famoso “conuco haitiano” de yuca, plátanos, cerdos, huevos y gallinas ondeaba como su estandarte. Aún en 1937 Chardon definía como de autoconsumo, de subsistencia, la orientación económica fundamental del 85%de la población la que vivía en zonas rurales.  Los campesinos sin hateros eran libres, ferozmente libres, hasta del mercado y por supuesto del Gobierno. Sus diversiones, sus ritos, sus costumbres no podían ser controlados ni por el Estado (imposibilidad de supresión de juegos de gallos), ni por la Iglesia (moral natural más que sistemática y canónica). Cassá elige como orientación básica del campesinado una libertad que implica resistencia a toda imposición. La solidaridades familiar y local, no nacional. 

2. Los mercados

 Los mercados son mucho más que regateo entre individuos por conseguir mejores precios. Una serie de reglas implícitas sobre calidad, pesos y pagos regulan de modo general la interacción de cambio entre vendedores y compradores o entre acreedores y prestatarios. Estas reglas de juego están más definidas en la medida en que aumenta la distancia geográfica entre ellos y aparece como máxima en el comercio internacional. Los derechos de propiedad, las formas de pago y en casos de conflicto los tribunales urgen el cumplimiento de las reglas y contratos y penalizan su infracción. No debemos olvidar que esas reglas están diseñadas por quienes disfrutan de mayor poder no sólo económico y político sino también social, status, y prestigio.

El choque entre la economía de intercambio, más o menos casual sin dinero pero llena de artimañas de los actores y enemiga de reglas generales, con la frialdad del metro monetario fue ineludible. El campesino de subsistencia enemigo de disciplinas externas se encarnó en las más de las cuatro quintas partes de la población dominicana hasta los mil novecientos treinta.

 Por supuesto los amigos del “progreso”, de la “modernidad” diríamos hoy, por más admiradores románticos, como Bonó, que fuesen del campesinado no apreciaron ese conflicto y borrachos, como Espaillat, con el ejemplo norteamericano predicaban las virtudes muy burguesas de los mercados ordenados. Sin mercados no había progreso y sin progreso el país se asemejaba a una gallera donde los gallos eran los caudillos locales identificables grosso modo con los antiguos hateros..

 Los primeros gobernantes no pudieron tampoco, ni siquiera cuando la amenaza haitiana era evidente, levantar los impuestos mínimos que el país requería para su desarrollo. El Estado se financió con emisión de papel moneda por Finanzas (no existía el Banco Central) hasta la anexión a España, y por préstamos de los comerciantes con el extranjero y con Lilis por flotación de bonos soberanos. Se explica que Santana y muchas personalidades del país viesen en la anexión a España, Francia o los Estados Unidos una condición necesaria para el progreso y la paz interna del país mediante la entrada en mercados internacionales y la monetización del país. Pero la cuenta, como la de la lechera de la fábula, se hicieron sin aceptación por el dominicano promedio. 

3. Imperialismo de los mercados

El capitalismo mercantil tiene inicialmente un fuerte componente imperialista: ante la vigencia en pueblos “primitivos” de una concepción y práctica de la vida renuente a presiones externas, cargadode inestabilidad política y financiera,y amante de una vida sin reglas generales neutrales de mercado, el comercio internacionalparecía exigir su ocupación por parte de Estados progresistas.

 España reocupó el país aprovechando una muy particular coyuntura internacional: guerra de secesión norteamericana, que limitaba las posibilidades de los Estados Unidos de evitar una ingerencia europea en el continente; aventura francesa de Maximiliano en México y presión arbitral de Haití contra Francia para lograr la devolución con intereses de la compensación pagada por los excesos de la revolución independentista, que obstaculizaban intervenciones militaresadicionales de Francia y favorecían la neutralización eventual de Haití desde una Española reocupada por España; creciente deseo español de recuperar su status imperial para mejor defensa de Cuba y Puerto Rico.

Internamente una parte apreciable de los dirigentes progresistas dominicanos aceptaron la reincorporación a España.

 España, como bien dice Cassá, no entendió la situación del país: ofendió a los caudillos locales incorporándolos a unas creadas Reservas, no al Ejército Peninsular, y desconociendo sus rangos; a los campesinos obligándolos a tasas e impuestos; a la Iglesia local queriéndola disciplinar doctrinal y moralmente; a los creyentes en los beneficios del mercado honrando tacañamente las obligaciones del cambio de pesos en pesetas y no emprendiendo obras medianamente importantes de infraestructura; a los profesionales ilustrados nombrando a peninsulares y no a nacionales en cargos administrativos y eclesiásticos; fusilamiento de los primeros nacionalistas alzados en armas contra España…

 El imperialismo económico sencillamente no llenó las expectativas económicas de los anexionistas. Los mercados no se ampliaron; los ingresos al fisco no aumentaron; la paz social, condición de un desarrollo sostenido, siguió siendo una utopía. 

4. Caudillos militares contra políticos intelectuales

Todos sabemos que en una contienda bélica hay conflictos serios entre políticos y guerreros, algo que no es lógicamente necesario pero que la historia registra y al que da sentido el entendimiento. El conflicto durante la guerra de Restauración fue épico. Cassá lo describe como cambio de clase gobernante: la aristocracia de letras y alcurnia familiar incluso hatera es sustituida por caudillos militares regionales sin visión nacional pero sobrados de méritos militares. En lenguaje de Pareto circularon las élites.

El Gobierno Civil durante la Restauración estaba integrada por personalidades como Benigno Filomeno Rojas, educado en Inglaterra, Ulises Francisco Espaillat, Pedro Francisco Bonó, Pepillo Salcedo nacido en Madrid y Gaspar Polanco que sí tenían un proyecto nacional de democracia sajona yliberalismo económico,que en el fondo difería del estilo de vida campesinizanteindividualista y políticamente anarquista o en español francamente indisciplinado de hecho y de aspiración. Eran además antibaecistas, regionalistas (cibaeños federados) yblancos

La guerra, sobre todo al evolucionar hacia guerra de guerrillas, la dirigían hombres nuevos sin alcurnia racial ni galas intelectuales pero osados, hábiles, valientes y a veces sanguinarios: Ulises Heraux, Florentino, Luperón. No tenían proyectos nacionales aunque si ambiciones de poder regional. El mismo gran hombre de la segunda república, Luperón prefería vivir y actuardesde Puerto Plata el “gran” centro de comercio internacional del tabaco. Para gobernar se inclinaban más a la fuerza que a las ideas o a los proyectos y el modo más frecuente de sucesión en el Gobierno fue la revolución o el levantamiento.

Los sectores económicosdominantes no representaban ni al pueblo campesino ni a los intelectuales o propietarios nacionales de vieja historia. A pesar de la inestabilidad democrática y de instituciones autoritarias despóticamente manejadas,las guerras de independencia de Cuba y el desempleo de Europa favorecieron la llegada deingleses, cubanos, alemanes, catalanes, españoles, italianos, libaneses, curazoleñosy norteamericanos. Algunos de ellos, Vicini, Batlle, Puente, Marchena, aumentaron su riqueza mediante préstamos al Estado y adquirieron así el perfil marxista del burgués manejador del Estado. El Gobierno nunca neutral económico se acostumbró a otorgar beneficios, tierras y obras públicas a su gente. En realidad se institucionalizaba la desinstitucionalidad y, si había tranquilidad, procedía más de tranca que de consenso social generalizado.

5. Reflexión

Debo a Cassá la inspiración y algo más -la identificación de grupos sociales de poder y de su dinámica – de este artículo. Por supuesto aunque dependiente de sus intuiciones no afirmo que lo aquí escrito se desprenda de lo por él enseñado. Lo bello que tiene la historia entendida como esfuerzo por dar sentido al pasado para comprender el presente es su pluralidad de interpretación. Lo peligroso es la subjetividad de interpretación de hechos pasados que por necesidad interpretamos con esquemas actuales.

La historia como interpretación de fenómenos sociales que en tiempo real son continuos y nunca absolutamente discretos, es decir sin conexión con el pasado, exigen identificar grupos y fuerzas sociales o al menos formas culturales que sean comunes para el ayer y el hoy. Este fue el objetivo de este artículo.

El siguiente paso, más arduo, es calibrar la importancia de fuerzas comunespara explicar razonablemente el por qué de decisiones pasadasque cambiaron el ritmo hasta entonces acostumbrado del accionar social.

Sigue tras él, imaginar los posibles cambios que hoy puede causar una similar constelación de fuerzas. La historia se convierte entonces en “magistra vitae”, maestra de la vida.

Lo que difícilmente lograremos es descubrir el origen de esa “cultura”. A lo sumo debemos, por prudencia que encubra nuestra ignorancia, constatar que hoy como ayer esa cultura está viva y que de alguna manera estaremos en mejor situación para tomar decisiones de política económica que si abstraemos del pasado para confiar en predicciones sugeridas por modelos teóricos de carácter universal.

La historia ayuda al economista a ser más realista.

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