La historia no se borra

La historia no se borra

FRANCISCO ALVAREZ CASTELLANOS
Un país sin historia, no es un país. Pero en este «país fallido», según una institución internacional, parece que no se toma en cuenta tal cosa, ni en las más altas instancias culturales oficiales. El asunto viene de la cancelación del señor Ramón Mesa, como director provincial de Cultura en San Cristóbal, por haber supuestamente promovido una exposición sobre las obras de Trujillo. El secretario de Cultura, señor Rafael Lantigua, podrá ser todo lo culto que se quiera, pero en esta ocasión olvidó que la historia no se borra.

Vamos a poner dos casos: Pedro Santana y Rafael Leonidas Trujillo. Trujillo fue, no un simple asesino de vidas y honras, fue un genocida, un ladrón, un tirano de la peor especie y todo lo demás. Pero los que lo quieren borrar de la historia ignoran flagrantemente lo que representó Trujillo para este país. De hecho, Trujillo construyó y ordenó un país, lo modernizó, asesinó a sus adversarios, eliminó las montoneras y el caciquismo, creó la moneda dominicana, pagó la deuda externa, fundó el Banco Central y por donde quiera que uno mire se encuentra con una obra hecha por Trujillo. Recuérdese que el ciclón de San Zenón destruyó completamente la antigua Santo Domingo de Guzmán, quedando solo en pié los edificios de la Zona Colonial.

Trujillo reconstruyó la ciudad, creó nuevas barriadas como el Barrio de Mejoramiento Social, María Auxiliadora, el ensanche Ozama y otros más como el Luperón, etc. En el 1954 la ciudad, llamada desde hacía años Ciudad Trujillo, tenía 350,000 habitantes y en la Universidad de Santo Domingo los estudiantes no pasábamos de tres o cuatro mil. Pero existen muchos «cultos» ahora que pretenden que las nuevas generaciones no sepan todo lo malo que hizo Trujillo, que no fue poco, ni todo lo bueno que hizo, que tampoco fue poco.

Luego vino Joaquín Balaguer, a quien el anterior gobierno, su Congreso elevó a la categoría de «Padre de la Democracia», pero ya esa es otra historia.

Pedro Santana fue una de las primeras espadas de la independencia nacional y presidente varias veces del país. Pero justo al año de declararse la independencia, ordenó fusilar a María Trinidad Sánchez, y luego hizo lo mismo con Duvergé y otros patriotas, incluyendo a Sánchez, en El Cercado. Y, para colmo de males, anexó el país a España, logrando el tristemente célebre título de Marqués de las Carreras.

Santana, ¡oh ironías de la vida!, no importando los asesinatos que ordenó, incluyendo el de la soberanía de la patria por la que había luchado, se encuentra hoy en el Altar de la Patria (o Panteón Nacional), y si no me equivoco sus restos fueron depositados frente a los de su víctima, María Trinidad Sánchez.

Parece que, efectivamente, somos un «país fallido», en el que las personas encargadas de la cultura, confunden la gimnasia con la magnesia. ¿ O es que esa gente no sabe que la historia informa de lo bueno y de lo malo ? Si no fuera así no sabríamos de Atila, de Nerón, de los Césares romanos, de Guillermo de Lombardía y de los griegos, fenicios, espartanos, galos, cartagineses, que vivieron hace miles de años. Todo hay que decirlo, todo hay que saberlo decir. Por eso solo sonrío cuando leo en la prensa nacional las opiniones de mucha gente que jamás se atrevió a levantar un dedo contra «el Jefe», ni mucho menos escribir contra él. Tuvieron que esperar a que un grupo de hombres decidiera matar o morir. Y luego, corrieron ríos de tinta en artículos antitrujillistas, y prosiguieron contra Balaguer, señalándo solo lo malo que hicieron, olvidándose por completo «de la otra parte». Pero así fuimos, así somos, y así seremos. Un «país fallido» lleno de «héroes anónimos» que no va a ninguna parte. Y parodiando a Juan Bosch, o lo decimos todo o, ¡ por Dios!, nos callamos.

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