La región latinoamericana fue la primera del mundo donde sus líderes más preclaros vieron con tiempo la necesidad ineludible de avanzar en el mundo por la vía de la integración desde el concepto de la “América Española” de Bolívar – propuesta de una coyuntura histórica – hasta la “América Nuestra” de Martí que extendía del “Bravo a la Patagonia”. Era, y sigue siendo, la región con las condiciones más propicias para avanzar hacia una integración real, integral, profunda y socialmente coherente. Sin embargo, factores endógenos y exógenos se levantan, y nos levantan, obstáculos para caminar consecuentemente. Contamos con suficientes elementos históricos y económicos que validan la necesidad urgente de fortalecer un espíritu integracionista que refuerce la voluntad política de superar viejos complejos y “tortícolis”. Mientras que continuemos creyendo que el futuro está en privilegiar lo externo seguiremos arrastrando el lastre interno. Solo fortaleciéndonos como nación y como región podremos sacar el mayor provecho de nuestras relaciones con el mundo.
Tendemos a mirar prácticamente solo lo comercial al hablar de integración. Ineludiblemente, el éxito de todo esquema de integración se mide, en buena medida, por la capacidad que ha tenido en incrementar las relaciones comerciales entre los socios de ese esquema, pero eso no lo es todo. Debemos llegar a ello interrelacionando las economías en lo productivo aprovechando las bondades de la economía de escala, ampliando nuestros mercados y creando esfuerzos productivos conjuntos. Ver crecer el comercio con nuestros socios porque desviemos una parte de nuestros flujos comerciales globales no es suficiente. Hay que crear nuevas opciones de comercio integrando las economías y generando nuevos flujos. Se ha avanzado en crear mecanismos institucionales para forjar sociedades económicas, pero los resultados están estancados mientras en otros escenarios se registran éxitos notables. Hasta el 2000 un país latinoamericano mostraba acuerdos comerciales preferenciales promedios con unos cuatro socios y ahora es casi con diez. Sin embargo, mientras que en el mundo hasta el 50% del intercambio comercial se efectúa entre socios regionales – en la Europa Comunitaria y la región Asia Oriental y Pacífico llegan hasta al 60% – En nuestra región apenas se llega al 20%.
En general se plantea que la diversidad de los países que se involucran en un proceso de integración representa, en teoría, un gran potencial para complementarse y ciertamente es así, pero el potencial de la integración no es exclusivo de la diversidad. Los iguales también pueden identificar sus potencialidades por la vía de acciones conjuntas de diversa índole que bien pudiera empezarse por la agregación de valor a recursos naturales que exportamos como materia prima para más tarde importarlos como productos elaborados. Si queremos que las estrategias de integración cuenten con respaldo popular no podemos esperar resultados a largo plazo para implementar en el corto plazo políticas sociales que reduzcan la carga de la pobreza. República Dominicana, tomando como ventaja su condición isleña en medio de un archipiélago de pequeños países, debe avanzar urgentemente a convertirse en el centro logístico del Caribe. Ser el hub comercial del Caribe.