La hora del voto

La hora del voto

EDUARDO JORGE PRATS
e.jorge@jorgeprats.com 
Hoy alrededor de un 75% de quienes conformamos el cuerpo electoral dominicano acudiremos a ejercitar nuestro derecho constitucional al voto. Algunos lo haremos presionados por la memoria histórica de los momentos en que el sufragio era objeto de mil y un obstáculos erigidos por quienes desde el poder pretendían prolongarse en el poder.

Para quienes se sienten bajo esa ominosa sombra, el ejercicio de este derecho es una oportunidad que en modo alguno se puede desperdiciar con una abstención elitista, alejada de la dura realidad de quienes entienden al voto como un derecho pero también como un deber cívico, en una nación, por demás, cuyos ciudadanos por décadas no pudieron participar en la toma de decisiones políticas fundamentales.

Hasta donde hemos llegado se ha debido al esfuerzo de las fuerzas políticas y sociales que por años han luchado por la transparencia electoral. Hoy se han superado los traumas de los burdos fraudes electorales, aunque toman un nuevo cariz las distorsiones de una campaña electoral en donde no hay límites al gasto de los candidatos, no existe transparencia en las recaudaciones de los partidos, se excluyen partidos minoritarios de la competencia electoral por ukases de la Junta Central Electoral (JCE) validados por una débil justicia administrativa y, sobre todo, la igualdad de los candidatos se ve alterada por el avasallante aparato de publicidad estatal y del partido oficial y la inequidad en el acceso a los medios de comunicación.

La JCE ha perfeccionado los dispositivos de la administración electoral para minimizar con alta precisión las posibilidades de fraude, pero persiste en la oposición el temor al efecto final de los constreñimientos derivados de una intensa campaña reeleccionista desplegada en el marco de la precariedad institucional del Estado dominicano. El conteo de los votos será la prueba decisiva de un torneo electoral cuya suerte está echada.

De todos modos, si hay algo que hace sentir optimista al más pesimista de los analistas es la firme adhesión de los ciudadanos a los valores democráticos, en especial al derecho al voto, el bien más preciado en un sistema político en cierto grado iliberal y que solo convoca a los integrantes del cuerpo de la nación en las elecciones periódicamente celebradas. Por eso hoy en gran medida es un día de fiesta para muchos, en tanto cita con la democracia que valoran aquellos que conocieron los tiempos de oscuridad y los que solo les queda el camino de las yolas o el de la participación electoral.

La hora del voto es por tanto momento para fortalecer nuestras instituciones con la savia del aparato electoral que hoy opera gracias al simultáneo ejercicio por millones de ciudadanos del sufragio activo. Pero es también momento de apostar por la institucionalidad con el consciente ejercicio de este derecho tan idóneo para enviar una clara e inequívoca señal de que los dominicanos y dominicanas queremos vivir no solo en un régimen democrático sino también en un régimen institucional en donde impere la ley del Derecho y no la ley del más fuerte.

En el futuro, los historiadores discutirán si esta elección fue crítica o crucial para los dominicanos.

Lo que sí queda claro es que el voto lo ejercemos en medio del fantasma de una crisis económica inminente que solo el consenso de todos los sectores nacionales, de los partidos y de la sociedad civil, podrá ayudar a sortear. También lo ejercemos en un contexto en el que algunas de las instituciones que tratamos de fortalecer desde la reforma constitucional de 1994 están seriamente cuestionadas, lo cual revela un agotamiento no tanto de las energías utópicas de la sociedad como de la calidad de las reformas emprendidas. La esperanza de muchos es que, a partir del resultado electoral, sea posible crear una segunda ola de reformas institucionales en todos los niveles, antes que el tsunami del descontento ciudadano conduzca a la deslealtad hacia el sistema a importantes sectores de la vida nacional.

En la hora del voto, una gran mayoría piensa que el reto para los dominicanos es seguir construyendo una nación no solo más democrática sino también más justa e institucional, como soñaron nuestros muchas veces ignorados Padres de la Patria.

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