La huelga, ¿y las conquistas?

La huelga, ¿y las conquistas?

República Dominicana registra un alto nivel de asociacionismo social y de activismo político en el contexto latinoamericano. Esto, sin embargo, no se ha traducido en mayor capacidad de la sociedad dominicana para mejorar el nivel de vida de la población y el sistema democrático. Las organizaciones sociales no han podido impulsar grandes reformas desde los partidos y el Estado, ni tampoco en confrontación con ellos.

Diversos estudios de la sociología y las ciencias políticas plantean que una sociedad civil fuerte y con autonomía de los partidos y el Estado contribuye a mejorar las políticas públicas y la democracia. No obstante, el papel de la sociedad civil ha sido controversial por las expectativas que genera y los roles que se le atribuyen. Unos la ven como fuente de civilidad democrática y factor crucial para mejorar la gestión gubernamental, y otros como motor de desarrollo en antagonismo con los partidos y gobiernos desinteresados en profundizar la democracia. Unos la conciben como parte de la estructura de poder que negocia con los agentes políticos, y otros como fuente de agitación.

Cuando la sociedad civil tiene capacidad de presión en el sistema político a través de las instancias institucionalizadas o la movilización social, logra expandir los beneficios a los grupos que representa. Pero cuando es débil por su bajo nivel organizativo, o porque se supedita a los dictados de los partidos o el Estado, resulta difícil que incida de manera significativa en las reformas.

En República Dominicana se presenta la siguiente situación. La evidencia empírica muestra que en la sociedad dominicana hay amplia vida organizativa. La encuesta del Barómetro de las Américas 2010 mostró que de 23 países de América Latina y el Caribe, República Dominicana ocupa el primer lugar en participación en organizaciones religiosas y en juntas de vecinos; el segundo lugar en participación ciudadana en la solución de problemas comunitarios, el tercer lugar en participación en grupos de mujeres, y el cuarto en participación en asociaciones de padres de la escuela.

Por otro lado, aunque los partidos políticos reciben la peor evaluación entre las instituciones dominicanas, los datos muestran que gozan de amplia simpatía en la población. En la comparación regional, República Dominicana registró altos niveles de simpatía partidaria en 2006, 2008 y 2010.

Además, en el 2010, República Dominicana ocupó el primer lugar en el porcentaje de la población que dijo haber trabajado por un partido o candidato en las últimas elecciones presidenciales de su país, el segundo lugar en el porcentaje que dijo haber asistido a reuniones de organizaciones políticas, el tercer lugar en el promedio de interés en la política, y el primer lugar en el porcentaje de la población que dijo haber asistido a una reunión municipal.

Por diversas razones este asociacionismo social y activismo político no se ha traducido en mayor capacidad de la sociedad para mejorar el nivel de vida de la gente y la democracia.

Primero, la sociedad dominicana se organiza más de lo que se moviliza. Segundo, las protestas son esporádicas o carecen de efectiva coordinación nacional. Tercero, el sistema de partidos políticos es relativamente fuerte y estable, y opaca las organizaciones sociales. Cuarto, el clientelismo engrasa el sistema de apoyo partidario y permea las relaciones entre los partidos, el Estado y muchas organizaciones sociales. Quinto, importantes medios de comunicación juegan fundamentalmente un papel de rechazo hacia los movimientos de protesta.

Por eso los partidos y el Estado no se sienten suficientemente presionados para dar respuesta a las demandas de la población.

Por eso la huelga nacional del lunes, aunque triunfó en parar el país, difícilmente alcance conquistas específicas.

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