Debería expresar también que la vida no sería más si el amor desaparece; resulta que los humanos no somos los únicos que sentimos amor, basta ver a los animales que nos acompañan en la fauna del ecosistema que compartimos, cómo manifiestan el amor.
Emociona que haya un mes para el amor, celebrarlo no es solo mirándonos a los ojos, es mirando hacia la misma dirección, como diría Antoine de Saint-Exupery, el autor de El Principito o amar hasta que duela, como diría la Madre Teresa de Calcuta.
El amor no solo es sentimiento, es voluntad, es una real fuerza invisible, que como diría la canción: “hoy yo sé que el amor es la fuerza que mueve la tierra, que en la luz de tus ojos mi vida se encierra y que solo a tu lado yo encuentro la paz”.
Es necesario acudir a los poetas para referirnos a esa fuerza invisible y poderosa de la que no solo hablan los románticos, hablan los revolucionarios como el Che Guevara, los científicos como Einstein y el más grande referente del amor de todo el universo: Jesús.
Circula en las redes una carta que Albert Einstein le escribió a su hija en la que le pidió que leyera después de su muerte.
Dice que cuando propuso la teoría de la relatividad, muy pocos la entendieron y lo que revelaría la carta, posiblemente chocaría con la comprensión por los prejuicios del mundo, pero que con la esperanza de que cuando la sociedad haya avanzado lo suficiente sería comprendida:
“Hay una fuerza extremadamente poderosa para la que hasta ahora la ciencia no ha encontrado una explicación formal. Es una fuerza que incluye y gobierna a todas las otras, y que incluso está detrás de cualquier fenómeno que opera en el universo y aun no haya sido identificado por nosotros. Esa fuerza universal es el amor”. Agregó que, “cuando los científicos buscaban una teoría unificada del universo olvidaron la más invisible y poderosa de las fuerzas”.
Expresa también que el amor es luz, porque ilumina a quien lo da y recibe; es gravedad porque atrae; es potencia, porque multiplica lo mejor que tenemos y permite que la humanidad no se extinga.
En la neurociencia el amor aparece como el elemento que provoca la liberación de diversos neurotransmisores, como la dopamina, norepinefrina y serotonina, que está relacionado con el sistema de recompensa en nuestro cerebro. La dopamina es el principal neurotransmisor implicado en la sensación de enamoramiento.
A la dopamina también se le conoce como el neurotransmisor de la felicidad. Hace 67 años que Einstein murió, y el estudio del cerebro está en la actualidad en auge y se estima que solo usamos del mismo el 4 por ciento de su potencial.
De modo que ciertamente el amor es todavía una fuerza desconocida, muy potente, que está dentro de nosotros y que, si la usamos para el bien, hasta que duela, aportaríamos una fuerza superior a todas las bombas destructoras que amenazan con la extinción de todos. Sería como una luz que opacaría toda la maldad que reside en la oscuridad.
¡Feliz día del amor!