Los árboles meditan en invierno;
gracias a ello florecen en primavera,
dan sombra y frutos en verano,
y se despojan de lo superfluo en el otoño.
Poema Zen
Todas las cosas que hacemos necesitan el impulso del corazón para manifestarse, o ver la luz. Cuando el corazón está sano la energía arquetípica es la del amante, que se alimenta de la fuente que le provee el Ser esencial. Cuando no estamos balanceados, funcionamos desde el ejecutante, que se alimenta del ego.
Si el ejecutante es quien nos dirige, conducimos nuestra vida como si todo lo logrado fuera gracias a nuestras propias fuerzas, y como si nuestros talentos fueran el fruto de nuestro propio esplendor. Cuando nuestro tutor es la energía del amante, tenemos la certeza de que tan solo somos un canal para la Luz. Servimos a otros con humildad, sabiendo que todo lo que damos, nos lo damos a nosotros mismos.
El ejecutante fluctúa emocionalmente entre la alegría y la tristeza. Si cree que todo se da en sus fuerzas, cuando las cosas salen bien piensa “soy yo” y se pone eufórico. Cuando las cosas salen mal también cree “soy yo” y se deprime. Si somos canales al servicio de la vida, solo hay espacio para ser guiados desde el poder del amor y todos los recursos que necesitamos serán invitados a participar.
En inglés hay una expresión muy usada por los coaches para guiar a sus clientes: “No esperes a que los patos estén alineados”. Cuando la mamá pata se queda quieta, los patitos se alejan de ella y se pierden. Los recursos se conducen como los patitos, cuando reconocemos eso, dejamos la inercia y entramos en acción sin ocuparnos de lo que hace falta. Estamos enfocados en nuestros objetivos en vez de poner la atención en las trabas. La imagen del éxito es una mamá pata que se echa andar.
Igual que cuando la mamá pata empieza a caminar y sus patitos se alinean y la siguen, si empezamos a andar todas nuestras bendiciones nos seguirán. Al principio, los primeros pasos de los patitos pueden ser torpes o lentos, pero para llegar a hacerlo mejor, es necesario que practiquen, y eso solo se logra andando. Más lejos caminan mejor se alinean los patitos, de manera que, a medida que aumenta la distancia logran alcanzar una marcha impecable.
Hacer uso de los dones y talentos recibidos requiere la humildad para dejarnos guiar. El momento de circunstancias perfectas para hacer algo no existe, lo único que hay son momentos de prepotencia en que pensamos que necesitamos más tiempo para “prepararnos” y hacerlo “bien”. ¿Para qué? ¿Para lucir bien?
El secreto de quienes han logrado su sueño, en relación a los que aún andan tras él, es que se dieron el permiso de abrir el corazón, se entregaron a la intensa emoción que les proveía su deseo, y se dejaron guiar por la Fuente para hacer lo que se requería. Todas las cosas que creemos necesitar para el cumplimiento de nuestro sueño son “nuestras” creaciones. No dependemos de ellas, sino que ellas dependen de nosotros. En ese sentido, somos el origen de nuestras propias contrariedades.
En las Constelaciones Familiares aprendí a utilizar los cuentos y las metáforas para salir de situaciones difíciles o para decir lo que en otro contexto podría parecer ofensivo o doloroso. Cuando alguien me dice que se toma muy en serio lo de sus dones y talentos (ja, ja, ja), les hago una historia que leí en un libro de Osho:
Tres frailes cristianos cuyos monasterios estaban cerca, en las montañas, se cruzaban en el camino todos los días. Un día hacía tanto calor que decidieron parar a descansar y hablar un poco. Después de todo eran todos cristianos; puede que pertenecieran a diferentes sectas, pero sus bases eran cristianas. Mientras se sentaban a la sombra de un árbol, el primero dijo: “Está claro que vuestros monasterios deben tener algo, pero no tienen la sabiduría ni la erudición que encontrarás en el nuestro”.
El segundo dijo: “Eres tú quien ha sacado el tema, por eso os tengo que decir que vuestros monasterios pueden tener erudición, pero esa no es la cuestión. Nadie es más austero y disciplinado que la gente de nuestro monasterio, su austeridad es incomparable, y en el momento del juicio final, recordad, la erudición no se tendrá en cuenta. Lo que contará será la austeridad”.
El tercero dijo riéndose: “Ambos tenéis razón acerca de vuestros monasterios, pero no conocéis la verdadera esencia del cristianismo, y esta es la humildad. Nosotros somos los más humildes”.
Parafraseando a Ernest Hemingway la humildad es el secreto de la sabiduría, del poder y del conocimiento.
Los talentos llegan por medio de los genes de nuestros ancestros, por ejemplo, el talento para las matemáticas, cocina, deportes, baile, música, pintura, idiomas, comunicación, diplomacia, etc. Aunque los talentos son habilidades naturales, para que logren ser totalmente efectivos, deben ser desarrollados hasta convertirse en arte. Por ejemplo, si alguien tiene habilidades deportivas innatas, tiene que cuidar el cuerpo, comer bien, descansar, disciplinarse y entrenar.
En cambio, los dones son sobrenaturales. Vienen directamente de Dios por medio del Espíritu, para completar y llevar a su perfección las virtudes recibidas. Poner los dones en funcionamiento nos hace dóciles para obedecer con prontitud el llamado de la Vida, y dejarnos guiar con humildad por las inspiraciones divinas. Los dones se reciben en el momento en que hemos nacido espiritualmente. Son siete: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Lao Tse dice: “Humillarse es mantenerse íntegro”. A veces, la sed de poder y la avaricia espiritual son tan grandes que una persona puede reprimir su ego y volverse falsamente humilde. La característica principal de quien se adorna con falsa humildad, es su deseo de ser el mejor. La verdadera humildad es la ausencia de ego. Tal como dijo San Juan de la Cruz: “El alma que está enamorada de Dios es un alma gentil, humilde y paciente”.