Tal como sostenía Schopenhauer, el gran filósofo alemán del pesimismo en su obra capital, El mundo como voluntad y representación: “Nadie puede salirse de sí mismo para identificarse directamente con las cosas distintas a él”.
Por esa razón, a pesar de los esfuerzos que hacen algunos individuos para asumir poses y representar papeles fingidos y de ocasión, convenientes a sus intereses particulares y con frecuencia oscuros, los elementos y rasgos de inautenticidad de alguna forma pueden ser advertidos.
Sólo la fiel correspondencia entre lo que se dice y lo que demuestran los actos, naturales y no recreados, permite establecer el carácter genuino y verdadero de una hoja de vida diáfana, en la que el sujeto no reniega ni oculta nada de su pasado humilde, por sentirse ajeno a cualquier sentimiento de vergüenza o frustración por sus origen humilde.
Una emotiva historia consecuente con este principio de fidelidad consigo mismo se recoge en un documental sobre la trayectoria del ahora próspero empresario Angel Rondón Rijo, quien no se siente disminuido al hablar abiertamente de la época difícil y de precariedades que vivió en sus años juveniles, cuando se trasladó a la capital desde la provincia La Altagracia, llevando en sus manos un racimo de plátanos y un pollo tomado del patio de su casa.
Decepcionado por los padecimientos en el campo y con el objeto de estudiar y trabajar en la búsqueda de un desarrollo personal con mejores perspectivas, tuvo el impulso de decidirse por un cambio de rumbo y su tía paterna lo recibió con los brazos abiertos en su hogar.
Según se narra en el documental, su padre le envió entonces una carta a su hermana con el siguiente mensaje de elocuente y anticipado agradecimiento: Si Angel “llegara a ser alguien en la vida sería para ayudarla a usted”.
Sin ediciones selectivas que se tienden a suprimir capítulos que pudieran ser motivo de mofa en algunos espíritus inferiores, en el documental se describe todo lo que tuvo que hacer en su juventud, desde trapear pisos con agua caliente hasta trabajar en un colmado y cargar fundas de cemento y de trigo en fábricas y almacenes.
Sin turbación del ánimo, por alguna acción humillante, propia o ajena, Angel Rondón narra una experiencia edificante que puede ser emulada y servir de ejemplo, cuando tuvo que resistir algunas tentaciones y propuestas deshonestas de algunos malos amigos, antes de tomar la determinación de buscar nuevos horizontes en base al estudio y el trabajo digno.
Con un carácter inquieto y emprendedor y luego de décadas de ardua constancia, actualmente preside la Hacienda Los Angeles, que ha sobresalido por el fomento de ganado élite, experimentos en forrajes, el establecimiento del primer laboratorio en el país de fertilización in vitro y un ambicioso proyecto de productos lácteos con tecnología de punta y una capacidad instalada para procesar 40 mil litros de leche diariamente, que beneficia a pequeños y medianos productores de El Seibo, Hato Mayor, Miches, Higüey y la comunidad de Ramón Santana, en San Pedro de Macorís.
Tal como se señala en el documental, nada de deshonroso tiene referir haber sido cocinero y realizado trabajos domésticos en los difíciles inicios, como tuvo que hacer Rondón para sobrevivir en su entonces aciaga circunstancia para hoy poder proclamar, con satisfacción y la fuerza de la propia realización, que con motivación y decisión se puede llegar a alcanzar lo que se quiere ser.