Sin lugar a duda, la identidad del hombre es un elemento fundamental del Proyecto Humano, sea este individual, nacional, político o religioso. Similarmente, la ausencia de identidad o su anulación equivale a la aniquilación del proyecto de nación, especie o sexo.
La procura de la identidad es absoluta y radicalmente contraria al pseudo-evolucionismo que nos propone que seamos actores y objeto de nuestra propia negación y auto destrucción.
En tiempos recientes Noah Harari, como anteriormente Erich Fromm, ambos judíos, han abonado el ateísmo de Marx y otros a la plataforma del pensamiento ateo; que fuera muy bienvenido en los refugios o nichos intelectuales, universitarios y liberales de Europa, en clave de neutralidad y asepsia académica y científica; con propósito de despistar la persecución nazi y de los poderes tradicionales disfrazados y atrincherados en ideas cristianas.
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Tanto Fromm como Harari manipulan el relato bíblico donde el Enemigo recomienda al hombre atreverse a actuar individualmente y por propia cuenta, y a iniciar el camino del bien y del mal. Lo que no es siempre aconsejable ni siquiera a los que, como estos autores, estudiaron con libros caros.
La importancia de la tradición judía consiste en gran medida en haber propuesto un Proyecto de humanidad en base a una identidad privilegiada, con propósito y visión de futuro. Que recorre tiempos terrestres pero aspirando a la eternidad.
El Plan propuesto por Yahvé al pueblo hebreo enfatiza el tema de la identidad, materia prima de todo proyecto humano. Ya que nos permite establecer objetivos, metas, identificar recursos y utilizarlos programáticamente para llegar a las metas propuestas.
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La identidad no es solamente un tema patriótico, religioso o filosófico. Se trata de la base racional de toda estrategia, sea esta de tipo militar, de marketing, o cualquier otra acción humana de tipo racional, esto es, dirigida a fines, metas y objetivos.
El tema de la identidad es en la actualidad materia de primer orden en universidades de otros países. José Batista, ingeniero y psicólogo social, doctorado en varias universidades europeas y estadounidenses, es autor de una docena de libros sobre la identidad; galardonado en centros educativos y agencias gubernamentales de diversos estados y provincias de México, Colombia Argentina y Puerto Rico.
Los estrategas de la disolución del proyecto humano, individual y universal, han caído, digamos, en el error de pensar que la amalgama indiferenciada de individuos y pueblos se logrará a través de la disolución de individualidades, nacionalidades y sexos. Lo que así están logrando se llama disolución, licuefacción o aniquilación de la especie y las naciones.
Roger Veckemans, contrariamente, entendía que el basamento de la unidad ha de ser la identidad, pues no se trata de diluir o simplemente mezclar; sino de “diferenciar para mejor unir”; en una totalidad contentiva de los aportes de nuestras identidades nacionales e individuales.
Precisamente, lo opuesto a esa amalgama absurda, indiscriminada, irracional de nuestros diversos pueblos y culturas, forzándonos a renunciar a nuestras individualidades construidas tras grandes luchas y sacrificios, y racionalmente construidas sobre valores y objetivos comunes