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Lejos de ser un asunto de pura herencia, la identidad individual o nacional tiene un carácter dialéctico: en buena medida se hereda, pero también se adquiere, es decir, mediante una acción, individual o colectiva, de apropiamiento; lo cual implica una dinámica de descubrimiento, de un darse cuenta del individuo y de la comunidad, que conlleva una serie de esfuerzos, dificultades y luchas que van desde la auto afirmación del individuo, tras luchas y conflictos individuales, hasta las actividades comunitarias, las tradiciones culturales y diversas formas de luchas por la independencia nacional, con todas sus implicaciones bélicas y políticas.
En el plano individual, se trata mayormente de la definición de la propia personalidad individual, partiendo de la familia, la comunidad, a través de un proceso de autodefinición, que incluye sexo, nexos de parentesco, relaciones comunitarias que el niño va depurando, tomando rasgos y conductas de personas y personajes, de amigos y compañeros de juego, de maestros, artistas, deportistas y figuras admiradas de la colectividad o de sus grupos de juego y afines.
La comunidad barrial, regional o nacional, también toma de sus antepasados, y de las demás comunidades, incluyendo naciones extranjeras con las que tiene comercio y contacto cultural de alguna especie.
Los diversos pueblos del Continente Americano hemos venido desarrollando una identidad dentro de un proceso muy laborioso y complejo. Somos indios o nativos, mezclados con blancos españoles, europeos; y con africanos, en países principalmente del Caribe y las Antillas.
La lucha ha sido a muerte desde el principio. En países como el nuestro las razas nativas desaparecieron y apenas han dejado leves componentes en nuestros ADN. Pero en nuestra cultura tenemos una herencia fundamentalmente española, en la que predomina el idioma, la religión y otros elementos que nos acercan mayormente a las costumbres europeas que a las aborígenes, quienes desaparecieron del territorio, ya por exterminio, ya por enfermedades contagiadas por europeos. Respecto al importante componente étnico africano, este ha sido menor en su aporte a la cultura local, ya que ni siquiera el idioma ni las costumbres de sus respectivas tribus, que fueron tan diversas, llegaron a ser parte importante de nuestra cultura dominante; aunque sí tiene importante presencia en el folklore de nuestros países de la región caribeña.
Por lo cual, la cultura criolla es diferente, y la personalidad individual y colectiva de los dominicanos, lejos de ser uniforme, se ubica entre lo que podríamos llamar típica y distintivamente dominicano, y aún los patrones conductuales de clase media y alta, que siguen un patrón mixto entre europeo y estadounidense, tienen también un predominante color nacional.
Es por ello que, no obstante las importantes luchas patrióticas y los grandes esfuerzos por tener una identidad y una cultura nacional, el impacto portentoso de la globalización cada día hace más difícil llegar a un prototipo de personalidad nacional, tanto de individuo o de nación. Por lo cual, el sentimiento de lo nacional ha sido, en importante medida, un efecto de nuestro esfuerzo de diferenciación respecto a nuestros vecinos haitianos.