La identidad: ¿Mecanismo de defensa o atavismo?

La identidad: ¿Mecanismo de defensa o atavismo?

Todo ser humano aprende desde que nace a imitar los gestos de sus padres y de los que les rodean. Y aprende pronto cuáles de sus comportamientos espontáneos tienen buenos resultados y cuáles no.

Los psicólogos han observado que los recién nacidos hijos de sordomudos dejan de gritar cuando sus padres no reaccionan a sus gritos y luego, solamente hacen la mueca del lloro para expresar necesidades de atención.

Aprendemos a sonreír para ganar simpatía, aceptación. Así prendemos los niños el lenguaje facial de sus adultos.

Pero también el lenguaje verbal, las ideas y todo los que nos termina haciendo mayormente idénticos, semejante a los demás de la familia y de la tribu y el vecindario en muchas formas actitudinales y expresivas.

Se nos enseña quiénes son semejantes y quienes no; quién es prójimo y quien no, y en qué sentido si y en cual no.

Un niño blanco aprende a amar el rostro negro de su nana. Y a leer la amistad y a amar a los negros que se le parecen y accionan con amor hacia él. Y a temer a otros blancos que no lucen como nadie cercano.

Toda comunidad tiene necesidades de auto defensa, y enseña a sus niños las hazañas de sus fundadores y ancestros.

Llegamos a saber a con quienes compartimos identidad, y en cuales aspectos. Saberlo puede, en ocasiones, causa de éxito o fracaso, o hasta ser cosa de vida o muerte.

Los mecanismos de identidad de clase social son especialmente eficaces respecto a dejar fuera de grupo al niño que no pertenece a “nosotros” (in group), el bulín, por ejemplo; y se desarrollan pautas que son imposibles de imitar, como los patrones de consumo, respecto a los cuales no hay pobre que los imite, aunque con cierta frecuencia individuos de estratos más bajos pueden tener éxito en determinadas formas de asemejarse y asimilarse.

Muchísimas especies tienen mecanismos de supervivencia como la identificación del grupo primario, la manada. Pero la humana, elabora conscientemente mecanismos de supervivencia entre los cuales se encuentran las memorias y la preservación del tótem y costumbres, y los valores religiosos y morales; y muy especialmente su visión o proyecto de futuro, con respecto a la comunidad y a la nación, que definen y mantienen un eje de consistencia entre pasado, presente y futuro.

Hay países, naciones que alcanzan a establecer, mediante acciones bélicas, actos y declaraciones fundacionales, una serie de elementos constitutivos formales, como lo es el estado, con sus estatutos, principios, leyes, ideales y propósitos colectivos; con los cuales se asume un compromiso colectivo formal, del cual todo miembro o ciudadano es cosignatario.

Los estados nacionales que tienen claros sus Proyectos de Futuro, indefectiblemente, eo ipso, definen como atavismos y cargas innecesarias y hasta nocivas todo aquello que no aporta a dichos proyectos. Consecuentemente, cada individuo ha de tener clara definición de quién es dentro de ese contexto.

Lo demás es carga innecesaria y potencialmente perturbadora. Aunque se trate de una auténtica herencia cultural de nuestros ancestros.

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