La iglesia anuncia y anticipa el Reino de Dios

La iglesia anuncia y anticipa el Reino de Dios

El Reino es el programa de Dios, es lo que Él quiere y se propone establecer como estado definitivo de la historia y de la existencia. El Reino implica la recuperación de un estado perdido, la restauración de una condición malograda. Dios está accionando ahora para transformar la creación, para regresar a lo que originalmente Él estableció, que no fue otra cosa, sino la armonía plena entre el Creador y todo lo creado.

El concepto bíblico del Reino como propósito de Dios es un redescubrimiento teológico. Por muchos años los creyentes de diversas épocas solo enfatizaron la iglesia en sí misma, aunque a través de ella vivieran y promovieran los valores del Reino.

Es la búsqueda de la pertinencia de las Escrituras, la vinculación de la revelación de Dios con los problemas concretos del ser humano, de su vida social y cotidiana lo que contribuye a redescubrir el Reino como necesaria referencia que desenmascara las injusticias y las indeclinables pretensiones de poder que degeneran en opresión y miseria.

El Reino no es el establecimiento de una religión o de un grupo particular de personas que se autoproclaman fieles. Dios lo que quiere es una iglesia que refleje en valores, palabras y hechos lo que Jesús hizo y proclamó cuando fue manifestado en carne. El Reino no es una expectativa futurista que viene, es una realidad que ya está. Existe una comunidad llamada a confrontar el estado de deterioro actual con la práctica de los valores del Reino. Esta comunidad es la Iglesia.

René Padilla explica que la iglesia no es el Reino sino el resultado concreto del Reino. Lleva las marcas de su existencia histórica, del “todavía no” que caracteriza el tiempo presente. Pero aquí y ahora participa en el “ya” del Reino que Jesús ha iniciado. Como comunidad del Reino habitada por el Espíritu Santo, la iglesia es claramente llamada a ser una sociedad alternativa junto a judíos y gentiles (Primera de Corintios 10:32). La iglesia no debe ser equiparada al Reino, pero tampoco separada del mismo, pues tiene el propósito de reflejar sus valores, aquí y ahora, por el poder del Espíritu Santo.

La misión de la iglesia no es separarse del mundo o abstraerse de la historia y de la realidad para vivir una espiritualidad excluyente y colocada en un plano de superioridad que la hace ajena al sufrimiento y al dolor que como resultado de la injusticia y la maldad vive este mundo. La iglesia tiene el compromiso de revelarle a los hombres el carácter de Dios encarnado en la vida y las acciones de Cristo. La presencia del Reino se evidencia en la vivencia de la fe de cada creyente. Dios se revela en Cristo, en la realidad y en la historia. La iglesia tiene que ser una demostración real y convincente de esta revelación.

Cristo es el modelo a seguir. Él está anunciando su Reino no con una retórica contestaria frente al palacio de Herodes, sino con acciones restauradoras que le dan vida y esperanza a los pobres, salud a los enfermos y un nuevo marco de convivencia a las personas donde se impone el amor y la paz como ley y principio. El anuncio del Reino no es simple activismo callejero. Es compasión solidaria, es la construcción de espacios para la práctica de la justicia y el bien. Es el reconocimiento del señorío y la soberanía del verdadero Rey.

El intento de definir la iglesia sin considerar el Reino dentro de su marco teológico y práctico no ha facilitado el establecimiento de una comunidad de fe que se sienta comprometida con los valores del Reino, que desafíe y cuestione el poder social y político desde un no poder que en la fuerza del Espíritu Santo, y sin un apoyo estructural competitivo, promueve y establece la justicia, el bien común, la convivencia y la paz.

Este compromiso no le quita trascendencia a la iglesia, no la despoja de sus aspiraciones celestes; como Cristo no perdió su deidad al tocar a los leprosos, al comer con prostitutas y pecadores o tocar y bendecir con sus manos a niños de la calle.

El énfasis en una teología del Reino que explique y discierna como lo que Dios quiere para el mundo ahora a través de nosotros como agentes de transformación, es una oportunidad para acercarnos a un modelo de vida más acorde con su propósito y su voluntad. Clarificar y definir los valores del Reino en relación a la misión de la iglesia es una tarea indispensables que tenemos que asumir hoy.

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