La Iglesia aprieta pero no ahorca.- La Conferencia del Episcopado Dominicano se desvinculó, con la presteza que demandaban las circunstancias, de la destemplada carta de renuncia del padre Manuel Ruiz de la Rosa, quien se desempeñaba como enlace entre esa institución y el Poder Ejecutivo, en la que acusa al presidente Danilo Medina de utilizar las observaciones al Código Penal de pretexto para meter de contrabando la reelección presidencial. En un comunicado escueto pero contundente, el Episcopado aclara que la renuncia del sacerdote se hizo sin previa consulta, obedeciendo a razones personales “que no corresponden en todas sus partes a los criterios y posición de los obispos dominicanos”. Bien hicieron los obispos en marcar distancia de la impertinencia del padre Ruiz, al que de todas maneras agradecieron su tiempo de servicio a la Iglesia y “todo lo que tiene que ver con la defensa de la vida”. No ha sido así, sin embargo, en el oficialismo, donde la carta del sacerdote debió caer como una pedrada en un ojo, pues los funcionarios a los que se pidió su reacción, a excepción de la presidenta del Senado, Cristiana Lizardo, se mostraron demasiado tímidos (tal vez la palabra correcta sea temerosos) para responderle como merece. Es evidente que la Iglesia, a pesar de que en su oposición a la despenalización del aborto ha mostrado una vitalidad y capacidad de movilización que ha recordado a muchos los mítines de “reafirmación cristiana” que precedieron el derrocamiento del gobierno sietemesino del profesor Juan Bosch, no quiere llevar su pleito mas allá de lo razonable, de lo que aconseja la gobernabilidad, por lo que en ese mismo comunicado dejó bien claro que continuará ofreciendo al país y al gobierno toda su colaboración. Los que esperaban que esa carta fuera el preludio de una ruptura entre el Gobierno y la Iglesia se quedarán con la cara larga, pues no estamos en 1963 sino en el 2014 y Danilo Medina no es Juan Bosch.