Jesús nos revela a Dios Padre, Dios Amor, Dios interesado en todos y cada uno de sus hijos e hijas. Dios de la comunión y de la comunidad, presente y vivo en todas partes, al que se adora en espíritu y verdad. Más aún, en Jesús Dios se hace humano, concreto, es un Dios que nace, vive, trabaja, escucha, llora, sana, sufre, muere y resucita, con todo lo cual abre un camino de profunda humanidad a la fe y a la religión.
No cabe una vida cristiana auténtica al margen del compromiso, de la identificación con las personas y los grupos humanos desfavorecidos. El criterio último ante el tribunal de Dios es el comportamiento con las personas más necesitadas.
La presencia pública de la fe católica no es un reto más del cristianismo, sino su actual encrucijada. Apostemos por una presencia pública culturalmente significativa y mediadora, evangélicamente identificada, históricamente transformadora y solidaria, y contagiosamente misionera. Y es que mantenerse en esta tierra sin participar en la lucha por forzar un cambio social, equivale a ser traidor a la fe cristiana católica.
Cada miembro de la Iglesia Católica (por el bautismo) está llamado a ser agente de cambio cultural, social y político en la opción por la fe y la promoción de la justicia. Debemos dejarnos impactar por los clamores de la sociedad, en sus sectores más desfavorecidos, y poner voz e imagen a la injusticia.
No es posible amar al prójimo desde la desvinculación política: La caridad, para ser eficaz, requiere del compromiso político. Cuando el cristiano entiende y vive así la política, como caridad eficaz hacia todos y especialmente hacia los más pobres, surge una nueva espiritualidad que integra y potencia la dimensión política teologal.
Nuestra misión a la hora de hacernos presentes en el mundo político es hacer denuncias proféticas de la situación en que vivimos.
Nuestro compromiso no se agota en la militancia política o sindical. Hoy en día, ante los impresionantes cambios producidos en nuestra sociedad por los nuevos modelos de gobernar, urge utilizar los medios más idóneos para trabajar por el cambio de la conciencia de la ciudadanía en relación con los fenómenos de marginación y luchar por modificar las condiciones inhumanas de vida de comunidades enteras.
A través de los púlpitos, se trazan las líneas de acción que se orientación a favor de una sociedad más justa, solidaria y posibilitadora de la plena realización de todos los hombres.
Nuestra presencia en los medios de comunicación social ha de ser una presencia que huya de un espiritualismo evasivo y justificador del desorden existente, que daña sobre todo a los más empobrecidos a todos los niveles.
En un discurso pronunciando ante los participantes de la 32º Conferencia de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el Papa Juan Pablo II recordó el vínculo que existe entre hambre y miseria, y señaló que el mundo no puede permanecer sordo al llamado de los hambrientos.
El Santo Padre recordó también que la dignidad humana se ve amenazada cuando el pragmatismo, desligado de las demandas objetivas de la ley moral, desemboca en decisiones que benefician a unos pocos afortunados mientras se ignora el sufrimiento de enormes sectores de la familia humana.