La Iglesia y el Gobierno

La Iglesia y el Gobierno

PEDRO PADILLA TONOS
La homilía pronunciada desde el altar de la Iglesia de las Mercedes, por el obispo de Santiago, monseñor Flores Santana, en ocasión de la celebración del Día de la Virgen de Las Mercedes, no solo retumbó en la zona colonial de Santo Domingo por el eco de sus callejuelas, sino que se propagó como reguero de pólvora por todos los rincones de la República, ya que las sinceras, profundas y serenas reflexiones del respetado obispo, recogen y reflejan el sentir de la inmensa mayoría del pueblo dominicano, que padece y sufre una insoportable situación de limitaciones y carencias, olvidadas y desatendidas por un gobierno insensible e ineficiente, que lacera la dignidad humana.

Entendemos nosotros y así lo entienden todos, que aunque monseñor Flores no lo haya mencionado por su nombre, sus palabras tienen principalmente como destinatario al presidente Fernández y a todo su Gobierno.

¿No es acaso a los más altos exponentes del gobierno que se dirige cuando critica a quienes compran conciencias con los dineros del pueblo desde las altas posiciones políticas que ocupan?

¿A quién critica cuando califica como una «injusticia que clama al cielo» los sueldos millonarios de varios funcionarios frente a las pírricas pensiones que reciben miles de dominicanos que sirvieron más de treinta años al Estado?

¿No es al gobierno que le señala que en todas las épocas, pero más en ésta, en que el pueblo tiene un cierto desarrollo económico, viven amarrado con las grandes cadenas de las pasiones desordenadas y de las esclavitudes, sobretodo morales?

¿Quién es el real destinatario de las expresiones de nuestro religioso cuando afirma que se ha comprobado que en la mayoría de los países latinoamericanos y del Caribe -obviamente el nuestro entre ellos- los políticos han sido incapaces de implantar la democracia, con los mismos derechos y deberes para todos los ciudadanos, porque ellos mismos que hablan de construir la democracia -aunque no mencione la propuesta de reformas a la constitución- son los primeros en socavar sus cimientos?

¿A quién señala cuando advierte que los abusos autoritarios y económicos -sin mencionar las tres injustas reformas fiscales que nos han sido impuestas para recaudar dinero que se derrocha sin resolver los prioritarios problemas nacionales- son los que propician el surgimiento de regímenes comunistas totalitarios, como algunos que están reapareciendo en América Latina, como respuesta a las hirientes desigualdades de las democracias en estos países?

Pero sobretodo, ¿en quién piensa monseñor Flores, sino en el presidente Fernández y en su gobierno, en su Metro, en su isla artificial, declarada muerta por la sociedad pero mantenida en capilla ardiente por el gobierno, esperando quizás la reelección, cuando afirma y critica que se levanten grandes metrópolis, muchas veces verdaderos monstruos, en desmedro de las demás ciudades y provincias, las que matan, creando un desequilibrio terrible en lo económico, lo habitacional y en el desarrollo material?

¿No fue acaso dirigiéndose al pueblo y señalando al gobierno cuando el obispo pide a los dominicanos rezar para que la Virgen de Las Mercedes rompa la ambición de poder -no tuvo necesidad de mencionar la reelección- que lleva a muchos políticos a no administrar correctamente los bienes de un pueblo pobre?

Cuando monseñor Flores considera que los políticos del país son el peor flagelo que afecta al pueblo dominicano, sabe perfectamente a quién o a quiénes se dirigen sus palabras. Se trata de los políticos, que cuando llegan al poder, mienten, engañan, practican y amparan la corrupción, el nepotismo, el clientelismo y cultivan un culto a la personalidad que tienda a proyectarlos como indispensables, aunque presidan un gobierno fallido. A estos todo el pueblo los conoce, pero ¿lo sabe el presidente Fernández o el obispo Flores debe mencionar nombres?

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