La ilusión de querernos

La ilusión de querernos

Es la temporada del cariño, esa que demuestra la posibilidad de quererse y vivir en paz. Son días, apenas horas, para dar, compartir y recibir la compensación de una sonrisa inesperada y las declaraciones nunca dichas. Momento para la evocación y remembranza, para el desafío personal que coloca frente al espejo y obliga a repudiar la miseria del corazón que tanto daña a extraños y afines. Momento para rechazar la propensión a la injuria como arma letal para la destrucción de adversarios. Días que invitan, entre escepticismo y certezas, a sumar voluntades para construir no para destruir, para escuchar, indagar, antes de repetir infundios. Es el momento de retornos y vueltas, del trajín de la ciudad al campo, del municipio al monte, con la carga de anécdotas, con guandules y ponche, gallinas y chivo, pasteles y lerenes. Trajín que espera el sacrificio del cerdo y la preparación del moro. Es el éxodo y el festín, la desmesura, la parranda y la resaca. El momento para suplir con abrazos los vacíos que la distancia provoca. De la loma al llano, de la sierra a la playa y a la ribera del río y también de “lo paíse” hasta aquí. Es el tiempo del reencuentro con esa ultramarina dominicanidad, con la población migrante que jamás empeña sus raíces, transmite tradiciones y vuelve con maletas repletas ybuscando aquello que la memoria preservó para conjurar la tristeza. El avión es trineo cargado de afecto y esperanza para desde el aterrizaje retozar con la nostalgia y el tiempo ido. Saudade prodigiosa que canta y llora, zapatea, busca olores y sabores, visita tumbas y callejones,se detiene en las esquinas del fracaso y del desamor. Vuelve al colmado y a la pulpería, al vecindario para encontrar alguien que le diga quien fue antes de la despedida.
Diciembre permite ratificar la identidad en esa mezcla de adioses y bienvenida. Sirve para repetir que existe un ser nacional construido en las antípodas, que reproduce modos y manera, cultura transmitida durante tres generaciones. Esa comunidad que, entre el spanglish o con acento alemán, francés, italiano, repite interjecciones criollas, come mangú, baila merengue y bachata y apuesta a las Águilas como si residiera en Puñal. Comunidad que añora y cree en la quimera de abuelos atrevidos que emigraron durante la tiranía, después del 1965 llevaron la trinchera a cuestas y luego, con las crisis sucesivas, huyeron del mandoble y la carencia. Comunidad hija y nieta de profesionales exitosos que honran el terruño demostrando que aquí hay más, mucho más que bulla y desmadre. Variopinta composición vernácula expandida por el planeta, gestada por los descendientes de aquellos que trabajan, desde hace dos y tres décadas, en EUA y en ciudades europeas. Familias biculturales, familias monoparentales, familias cuyos integrantes no han convivido con ninguno de sus progenitores, familias sostenidas emocionalmente por abuelas y parientes colaterales. Situación insoslayable que sirve para explicar comportamientos y transformaciones, deseos y maneras para satisfacerlos. Ahora llegan niños, ancianos, jóvenes. Algunos cumplen con el hábito, la tradición, vuelven para compartir con familiares y amigos las fiestas navideñas y de fin de año, después de doce meses de esfuerzo. Otros, convierten en realidad el sueño postergado durante cinco, diez, a veces veinte años y retornan distintos. Quieren encontrar su primer amor, reconocer rostros, identificar la parentela desconocida. Reviven penas por no haber estado durante agonías ni en sepelios. Anhelan sazones y ruidos. Desde la llegada y sin reparar en la barahúnda que ocupa la terminal, gritan, preguntan, dicen qué trajeron, qué olvidaron. Bendicen, besan el piso, saltan, mencionan el equipo de béisbol favorito, y el “viva” para el político no falta. En diciembre conforta la ilusión de querernos y sentirnos cerca para disfrutar aquello que es presente y todavía no es melancolía. Diciembre seduce, encanta, porque es momento para la tregua, el armisticio. Para el descanso del odio, aunque la fugacidad devele y asomen las garras desde el principio de enero.

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