La ilusión del  machazo

La ilusión del  machazo

Desde los años de la adolescencia se aficionó a los ejercicios con pesas, y desarrolló un cuerpo musculoso.

Como además tenía seis pies de estatura, las mujeres le hacían ojos bonitos, y sus romances fueron numerosos.

Por eso, a nadie sorprendió que una de sus conquistas fuera  la hija de un millonario, con la cual contrajo matrimonio.

Parientes y relacionados del galán decían que se había casado “por razones de peso”, fundamentándose en que la belleza se había exiliado de la cara y del cuerpo de su esposa.

Surgió un rápido embarazo, y el corpulento caballero repetía que él había trabajado para un hijo varón, por aquello de que “macho da macho”.

A esa afirmación generalmente seguía la exhibición de sus robustos brazos, o del inflado pecho.

El primer producto del machote y la fea fue una hembrita, lo que llevó al hombre a consumir bebidas alcohólicas durante un par de días para ahogar su frustración.

Una  vez resignado a lo acontecido, afirmó que apostaría cualquier suma a que en el segundo intento se convertiría en el  padre de “un varonzazo”.

Cuando el vientre de su esposa comenzó a aumentar de tamaño al hombre le entró una especie de contentura infantil, que lo ponía a cantar de cuando en cuando: “por ahí viene zumbando el machote”, con letra y música de su inspiración.

En la clínica donde su mujer alumbró la segunda niña, el cargador de hierros estuvo al borde del desmayo, y se escondió de sus amigos para que no lo siguieran calificando de chancletero.

Esa clandestinidad duró poco, ya que mi amigo creía en que “a la tercera va la vencida”, por lo que esperó que llegara la nueva oportunidad.

Se produjo el embarazo, y el forzudo apostó mil pesos contra quinientos a que dentro de pocos meses habría otro hombre en su hogar.

Esperaba el advenimiento de su congénere en el centro médico, cuando el ginecólogo se acercó para anunciarle con rostro sonriente que sus dos hijas tendrían otra hermanita con la cual compartir sus muñecas.

-¡Usted no puede hacerme eso a mí! – le gritó al asombrado galeno, quien se apresuró a responder.

-Mire, carijo, yo no puse nada ahí, por lo que le exijo que mida sus palabras.

El fortachón, ingeniero civil, dice que quitará esa profesión en su cédula de identidad, para colocar la de “fabricante de productos para caballeros”.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas