Definitivamente que el vil asesinato del jovencito Lesandro “Junior” Guzmán Féliz ha causado una enorme consternación aquí en Estados Unidos y en muchas partes del mundo.
Fue un hecho salido de las fauces del mismo infierno.
Yo me estremecí cuando me tropecé con el video lleno de sangre.
Cuánto dolor, cuánta angustia, cuánta impotencia y cuántos cuestionamientos.
Se trató de una inocente vida humana llena de juventud, de sueños y de ilusiones.
Hoy, con sobrada razón, lo que se pide es que se imponga todo el peso y rigor de la Justicia.
Son muchos los que han quedado totalmente destrozados.
Sin embargo, hay personas que ya han empezado a cuestionar duramente a la sociedad dominicana por este hecho.
Y esto es sumamente preocupante.
Creo que esto es algo que urgentemente debe ser aclarado.
No fue la cultura dominicana ni el país los que ejercieron la influencia en esos muchachos.
Una de las madres dominicanas entregó directamente a la Policía a uno de ellos.
Algunos de esos muchachos ni conocen bien a República Dominicana. Ellos son hijos de este sistema, como lo han sido los que han abierto fuego inmisericorde contra compañeros estudiantes en las escuelas públicas.
En su estilo de crianza, los padres dominicanos en Estados Unidos se tropiezan con un sistema donde no se puede dar una pela, donde a los padres les llaman la Policía y a donde los psicólogos amedrantan a los maestros y progenitores.
Aquí se propaga el condón pero se prohíbe la oración pública y la enseñanza de la Palabra de Dios.
Entiendo el estado de ánimo que ha desatado esta muerte horrible, pero también hay que ser justo a la hora de juzgar a todo un pueblo y a toda una cultura.