La impaciencia de Danilo Medina

La impaciencia de Danilo Medina

UBI RIVAS
Danilo Medina es uno de los dirigentes políticos más fogueados y mejor formados no solamente del PLD, sino de todo el entorno de esa difícil y mal aplicada disciplina en el escenario vernáculo.

Empero, ha incurrido en ejercer la impaciencia, una de las peores referencias en un político, que ha de saber esperar su tiempo, apreciar cuál es el más preciso y propicio para lanzarse al ruedo por la candidatura presidencial de la República.

Danilo se ha impacientado, sencillamente, y ha errado el cálculo, no supo, cuando menos en esta ocasión, preservarse para un futuro próximo, no tan lejos, para entonces, cuando las circunstancias le puedan favorecer, que no es el presente, lanzarse al ruedo y optar por la más alta investidura política, la codiciada banda presidencial con la que no pocos sueñan, a la que contados accesan.

Debió el hijo más relevante de Arroyo Cano, en el Sur Profundo, recordar aquella anécdota valiosísima que escenificaron en La Habana de los años 30 de la pasada centuria, el profesor Juan Bosch y el doctor Joaquín Balaguer, cuando el generalísimo Rafael Leonidas Trujillo remitió al segundo a la capital cubana a una misión diplomática, y el autor ilustre de De Cristóbal Colón a Fidel Castro le sugirió al primero quedarse, exiliarse, defeccionar de la tiranía.

El doctor Balaguer, que contó siempre con la paciencia como uno de sus aliados más firmes y poderosos, respondió textualmente al autor de David, Biografía de un Rey: “Juan, yo regreso y aguardaré debajo de la mata que el mango gotee”.

Y así fue. Cuando el mango goteó, subió al poder. Los cívicos, impacientes, lo echaron del país en abril 1962, uno de los dos errores que le borraron del escenario político. El otro, apoyar el golpe artero del 25 de septiembre de 1962.

Pero en mayo de 1965, en pleno fragor de la guerra fratricida, el autor de Los Carpinteros, por contradicciones de sus contendores y otras coyunturas, se trepó en el poder por tres períodos consecutivos y con un lapsus de dos, retornó por una década, 22 años en total, fruto de la paciencia, la sabiduría, las trampas electorales, la corrupción, la arbitrariedad y las referencias ominosas todas del despotismo ilustrado. Danilo Medina no observó esa técnica, porque quizás no la conoció, es decir, la anécdota expuesta, pero al lanzarse al ruedo de manera extemporánea, debió hacerlo con un discurso prometedor, nunca fustigando al gobierno del que era parte visceral, y esas fallas nunca las expuso en declaración alguna, y así, no se vale.

Tampoco el presidente Leonel Fernández debió permitir las cancelaciones de acólitos de Danilo, porque en la convención de mayo de 2006, cuando resulte vencedor con un porcentaje de un 88%, esos mismos cancelados que ordenó reponer el 27 de marzo, serán los que se integrarán ardientes a su propósito de reelegirse en los comicios de mayo de 2008.

Si el presidente Fernández lo que en realidad pretendió con el lanzamiento de Danilo Medina a disputarle la supremacía en el PLD fue simplemente un pulseo para demostrar a todos su liderazgo, que pocos sensatos cuestionarán aquende y allende al PLD, entonces la demostración debió satisfacerle en grande, conforme las consultas de Fara & Asociados que le puntean sobre el 80% preferencial a lo interno del PLD.

Danilo debió hace tiempo replegar la bandera de la disensión e integrarse a fortalecer al líder indiscutible del PLD y el más recio de todo el escenario político criollo, para que el propósito de la reelección constituya un éxito mucho mayor que sin su concurso, que lo aportará sin la menor de las dudas cuando los ánimos enardecidos de los compañeritos se apaguen con las luces de las tarimas fácticas y la catapulta se engome, inerte e intrascendente.

Aguardemos el correr de unos días para comprobar si todo lo aquí consignado será una calcomanía de lo que acontecerá o puras inventivas de un comunicador de medio siglo en los menesteres de la información.

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