El escenario estaba totalmente abarrotado de un público en su mayoría mulato, de gente del pueblo, de revolucionarios y dirigentes liberales que milagrosamente sobrevivieron al régimen represivo de los 12 años. Allí estaba su viuda y compañera de lucha Carmen Mazara, erguida, orgullosa, con su mirada penetrante, recia personalidad, y ese historial de lucha quien emula La Pasionaria española, que se hizo célebre por su indomable resistencia al franquismo.
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¿Quién mejor que Arismendi Díaz Santana, cuya residencia sirvió de refugio a Maximiliano Gómez para describir las cualidades de este excepcional combatiente por las mejores causas nacionales, su adicción a la lectura, férrea disciplina, excelente estratega, profunda visión y entrega total a los ideales de redención popular? La estatua, imponente y gigante como era la estatura física y política de este insuperable gladiador revolucionario, inmortaliza para siempre su figura.