La impunidad y la indiferencia de la mano en RD

La impunidad y la indiferencia de la mano en RD

La herencia y enseñanza que nos está dejando este año en sus cuatro días finales son los hechos protagonizados por la clase política, en especial la gobernante, es que la impunidad sobresale en el accionar de quienes tienen el poder de hacer que eso no ocurriera. Pero aquí la impunidad es una cultura enraizada en el tuétano de los políticos y hasta imposibilita extirparla con medidas radicales y heroicas.
Además, la indiferencia de la ciudadanía, fomenta esa impunidad. Cada quien con algo de autoridad o poder busca protegerse con la impunidad para aplastar a los más dóciles que no protestan en las calles y aceptan esa mala conducta con la resignación de que tal cosa siempre ha ocurrido en el país.
Pero en este año han ocurrido conatos de sacudimientos para frenar tales costumbres de fomento de la impunidad. Las masivas acciones callejeras de las manifestaciones ciudadanas de la Marcha Verde conmovieron al país y le hicieron ver a los abusadores que si dócilmente se aceptan sus latrocinios era por que no existía una urgencia en la conciencia ciudadana de enfrentar esa costumbre con denuncias y acciones para frenarlos. Al final de año se comprueba que existe en formación una nueva conciencia contestaría de responsabilidad ciudadana para sacudirnos de la indolencia y de no convivir con los que manchan el buen nombre de los dominicanos.
Hay un sacudimiento de la indiferencia para hacerle frente con denuncias y gestándose un movimiento que tímidamente cobra forma. En un futuro podría producir un sacudimiento para frenar a los políticos en su mar sagrado de la impunidad para hacerlos zozobrar y rescatar lo que le corresponde al país para su desarrollo y bienestar colectivo.
Pero esos intentos de lavado moral y de purificación chocan de frente al ver cómo se comporta el sector de la justicia y de la policía para proteger a sus delincuentes y miembros favoritos. Sus malsanas acciones permanecen cobijadas en el manto de la impunidad. A diario se ve el accionar de la policía y de la justicia en la forma tan burda como protegen a los violadores de las leyes y del buen vivir. Y pese a las denuncias tan contundentes que a diario se producen con esos procederes donde se destaca la forma tan complaciente como se conduce el caso local de la Odebrecth. Ya en otros países han caído muchos políticos y todavía aquí estamos al nivel de incidentes jurídicos para que el juicio no se lleve a cabo. Se encuentra en un limbo jurídico a la espera que algunos de los encartados presente algún incidente que le dé larga al juicio de fondo. Y hay casos como el de los dos piñeros asesinados por la policía en el barrio Capotillo donde no hay señales de alguna acción de identificar a los culpables y castigarlos.
Y el caso de la fuga de tres fugitivos en la cara de los organismos investigadores de la policía y del DNI es una galleta sin manos de la marcada ineficiencia de los organismos de inteligencia que ni se asemejan a los que existían cuando la dictadura trujillista. Aquella vez todo era controlado por un manto de miedo que aherrojaba a la población y aun así se gestaron sacudimientos cívicos y políticos que dieron al traste con una tiranía de 30 años. Era un delito para el ciudadano que se atreviera escuchar las emisoras cubanas después del triunfo de la revolución en enero de 1959. Y aquella vez la población dominicana no superaba los tres millones de habitantes y eran pocos los haitianos que vivían en el territorio salvo los que subsistían en los bateyes del este y en la frontera. El control era férreo y efectivo.
Y el final de la dictadura en 1961, que nos abrió las puertas a la libertad y a la democracia, solo trajo cosas peores cuando la impunidad campea por sus fueros y domina el accionar de la sociedad. Cada quien vive en un mundo de la indiferencia, se las busca con o sin apoyo político para hacer lo que les venga en ganas. De ahí que seamos considerados por nosotros mismos como un país de chivos sin ley y de tal forma somos caricaturizados cotidianamente.
Cada quien vela por sus intereses, que no son siempre los más idóneos para una sociedad organizada y cumplidora de las leyes. De ahí la indiferencia generalizada que como un espeso manto cubre la geografía nacional. Por eso dejamos que la impunidad domine las actividades políticas y más las derivadas del ejercicio del poder. Ese proceder de la irresponsabilidad ha dado lugar a un sistema judicial timorato e irresponsable con las frecuentes inhibiciones de los jueces temerosos de agresiones o carecen de un apoyo político oficial.

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