La incertidumbre y el temor

La incertidumbre y el temor

REGINALDO ATANAY
NUEVA YORK.-
Por momentos, sale desde las entrañas de gran parte de la sociedad dominicana un no se qué de desesperanzas debido al empeoramiento de la seguridad pública, el auge delincuencial y la evidente pasividad de algunas autoridades para enfrentar problema tan lastimero. Una incertidumbre, de considerable intensidad, va diseminándose en el ambiente, cuando en barrios como Capotillo, en el Distrito Nacional, los cabecillas de bandas delincuenciales se enseñorean y hacen lo que les viene en gana, atemorizando a las mismas autoridades.

Por el vecindario de Capotillo, donde los delincuentes se mueven con toda soltura y libertad para cometer sus desmanes, el gobierno ha dispuesto el patrullaje de agentes de policía en motocicletas Harley Davidson, cuyo costo, de cada una, es de $17,000 dólares.

Expertos en asuntos de seguridad pública ha dicho que esas motocicletas servirán de poco para proteger a la ciudadanía y que por su peso y tamaño le es difícil penetrar vericuetos por donde puedan huir los delincuentes que son perseguidos.

Además, un policía en una motocicleta es un blanco fácil de una pedrada, o un balazo. Agentes del orden han hecho saber que los delincuentes de aquel barrio tienen armas más modernas que la misma policía.

Por otro lado, la confianza pública hacia la Policía Nacional se ha ido desmejorando vertiginosamente. Tanto, que si un policía uniformado ordena a cualquier ciudadano detenerse, el ciudadano no sabe si quien le da la orden es un policía «de a verdad» o un delincuente. Y lo más malo en eso, a manera de añadidura, es que hay delincuentes que se disfrazan de policías… y policías que son delincuentes y andan con su uniforme puesto. Y eso, no es «cuento de camino», sino una verdad palpable; tanto, que los mismos funcionarios gubernamentales dicen que la Policía Nacional hay que desintegrarla y formar otro cuerpo del orden.

La crónica policial de los diarios se va abultando cada vez más, y muchísimos crímenes que se cometieron y que conmovieron la opinión pública, han ido quedando en un olvido fabricado por intereses personales y de grupo.

Ahí están los casos del asalto al camión de la agencia de Víctor Méndez Capellán: hubo muerte, robo, y eso ha quedado en el olvido; el del asesinato del general retirado René Beauchamps Javier; el del senador Darío Martínez; el de Carlos, el sicario confeso a quien mataron a tiros en un parque de Santiago; el del periodista Euri Cabral y una educadora, atacados a balazos, y quienes salvaron la vida milagrosamente… Y si uno se dispone a agregar más casos, se forma una lista casi interminable.

Algunos profesionales académicos que se desenvuelven en la práctica psicológica y psiquiátrica, han convenido en que se va formando una especie de enfermedad colectiva, empujada por el miedo a ser agredido y por la continuidad de hechos delictuosos de todos los niveles.

También, la salud mental de la ciudadanía se va a afectando con los estados de ansiedad y estrés que se manifiestan por culpa de las monumentales deficiencias del servicio energético el cual, en vez de mejorar, empeora, ocasionando mayores miedos, más gastos de dinero y crecimiento de desesperanzas.

El panorama mueve a pesimismo. Y es así, porque siempre se está diciendo que se hacen cosas y más cosas para la mejoría pública, pero las deficiencias básicas siguen en su apogeo, como son las carencias notables y continuas en los hospitales públicos, mientras que son favorecidas con el dinero público otras instituciones de salud que están en manos de gente económicamente pudiente.

Por otro lado, se suspende por un año la actuación en público de un grupo musical que irrespetó al público y a los principios morales, y a las pocas semanas «lo perdonaron» porque tiene un contrato millonario con el gobierno, para seguir sus presentaciones públicas.

A veces, uno quiere aplastar el pesimismo que le surge en el ánimo, pero cuando va cogiendo ese impulso, se acrecientan las calamidades. Como los apagones.

Para la meditación de hoy: Cuando duermes bien y en ello empleas el tiempo necesario (ni un poco menos ni un poco más), como que el día te rinde más y consumes menos tiempo en algunos quehaceres cotidianos.¿Te has dado cuenta de eso? Sucede así porque tanto tu mente como tu cuerpo han recuperado energías, esa fuerza intangible que mueve al macrocosmos y también al microcosmos. Y al estar equilibrado, vibras a tono con todo el universo, y sientes una inexplicable e indescifrable alegría de vivir. ¿Lo has notado?

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