La incompetencia de las competencias: La camisa de fuerza

La incompetencia de las competencias:  La camisa de fuerza

Mukien Adriana Sang

Este capítulo lo vamos a concentrar en cómo se redacta una programación docente basado en las competencias. Se utilizará una guía simple que elaboró la Universidad de Playa Grande.

La incompetencia de las competencias: La camisa de fuerza. En el documento se definen de las competencias de la siguiente manera: “Se define como la atribución social asignada a quien pone en acción, en distintos contextos, los componentes cognoscitivos, actitudinales y procedimentales que conforman un saber profesional para actuar eficazmente en una situación determinada. (…). Es la capacidad intelectiva de movilizar conocimientos, técnicas y de reflexionar sobre la acción.

Es también la capacidad de construir esquemas referenciales de acción o modelos de conocimientos y de actuación que faciliten las acciones de diagnóstico o de resolución de problemas en los servicios profesionales y productivos.” Afirman que el nivel cognitivo de una persona tiene diferentes niveles y estadios, a saber:

  1. Nivel 1 Recuperación (Sistema cognitivo)
  2. Nivel 2 Comprensión (sistema cognitivo)
  3. Nivel 3 Análisis (sistema cognitivo
  4. Nivel 4 Utilización del conocimiento (sistema cognitivo)
  5. Nivel 5 Sistema metacognitivo
  6. Nivel 6: sistema interno (self)

    Leer más: La incompetencia de la competencia: ¿Visión reductora? 2

    Acto seguido los autores dan una serie de pistas para redactar las competencias: “Las oraciones deben ser breves para asegurar su claridad. Utilizar términos vagos como: saber, conocer, es capaz de, aprender, estar familiarizado con, estar expuesto a, estar habituado a y estar consciente constituyen el error más común en la redacción”. Una competencia, dicen, debe contar con tres elementos:

“Estas son las orientaciones básicas que ofrecen los educadores para evaluar los resultados:

• Comience cada resultado de aprendizaje con un verbo de acción, seguido por el complemento del verbo y por una frase que le provea el contexto.

• Utilice sólo un verbo para cada resultado de aprendizaje.
• Evite oraciones complicadas.
• Asegure que los resultados de aprendizaje del módulo abarquen los resultados globales del programa.
• Se deben observar y medir los resultados de aprendizaje.
• Asegure que se puedan evaluar los resultados de aprendizaje.
• Cuando redacte resultados de aprendizaje, tenga presente el tiempo necesario para lograrlos. Siempre se corre el peligro de ser muy ambicioso cuando se elaboran resultados de aprendizaje. Pregúntese si es posible lograr los resultados de aprendizaje dentro del tiempo y los recursos disponibles.

• Si está elaborando resultados de aprendizaje, tenga presente cómo apreciarlos, esto es, ¿cómo va a saber si el estudiante los ha logrado? Si éstos son muy amplios, probablemente será difícil apreciarlos en forma efectiva. Si son muy restringidos, la cantidad de resultados de aprendizaje será larga y detallada.

• Antes de finalizar con los resultados de aprendizaje pregúnteles a sus colegas o a estudiantes antiguos si éstos tienen sentido.”

Yo me pregunto, si con esta moda que se ha impuesto en el mundo occidental estamos creando lo seres críticos, conscientes y comprometidos que necesita el mundo. Yo me pregunto si en la educación actual hay una tendencia más hacia el “pedagicismo” que hacia el contenido. Por lo que veo, se ha dado más importancia al cómo que al qué. Es más importante usar el verbo correcto que enseñar el contenido.

He tenido esta discusión desde hace tiempo. Con mi posición crítica, he tenido, si quiero seguir coordinando maestrías y doctorados, que adecuarme a los requerimientos absurdos del MESCYT. Y organizar los planes de estudios a esta camisa de fuerza impuesta.

¿Qué planteo?
Volver, como nos dijo una vez el maestro Ruggiero Romano: “Debemos volver a las fuentes”, “Aux Fontes”, gritaba la última vez que lo vi.

Las nuevas tecnologías son solo mecanismo de ayuda, pero NADA, ABSOLUTAMENTE NADA PODRÁ SUSTITUIR LA RELACIÓN MAESTRO ALUMNO.

La visión pedagogicista que ha estado vigente en los últimos años, lo que ha hecho es, y quizás aquí voy a ofender a algunos colegas, a distraer el verdadero aprendizaje.

En ciencias sociales, en mi opinión, este modelo pedagógico es una afrenta a la libertad. Yo prefiero volver a los clásicos: al diálogo creativo de Confucio y Mencio; o a la Mayéutica Socrática. En ambos casos, sin tecnología alguna, solo ese encuentro maravilloso de conversación libre, de búsqueda de respuesta ante las grandes preguntas de la vida.

¿Quién tiene el derecho de decir cuáles deben ser mis competencias para el futuro?

Yo, Mukien Sang Ben, que soy malísima en matemática y ciencias naturales. Yo, la misma que se ha dedicado la vida entera a estudiar el pasado, el alma humana, la filosofía para comprender lo que pensamos y deberíamos pensar, ¿Alguien puede dictaminar cuáles deben ser mis competencias? Peor aún, ¿Dónde está la libertad de elegir?.

El modelo por competencias evidencia que el mercado y la lógica mercantil y pecuniaria subsumió a la educación de todos los niveles. Seres distintos, nacidos de padres con formaciones diferentes, con factores sociales y económicos completamente disímiles aprenderá a comportarse igual; aprenderán a HACER LO QUE DIGA EL MODELO PREVIAMENTE ESTABLECIDO SIN POSIBILIDAD DE ELEGIR.

Hasta el momento nadie me ha convencido de la bondad de este modelo pedagógico. Lo he tenido que asumir solo por imposición, no por convencimiento. Estamos atrapados en la forma, y no vemos el fondo del problema educativo: APRENDER A PENSAR LIBREMENTE. SER CREATIVOS. TENER LA CAPACIDAD DE ELEGIR. Y LAS COMPETENCIAS SON IMPOSICIONES DE OTROS QUE DICEN LO QUE TENGO QUE HACER Y APRENDER. ¡ADIÓS LIBERTAD CREADORA!

La universidad dejó de un lado su misión inicial: PENSAR, CRITICAR, OBSERVAR, PROPONER Y, EDUCAR. Nos hemos convertido en una instancia de formadores de personas que se integran al engranaje establecido sin cuestionamientos. El modelo hace su trabajo: define las competencias que debemos tener, sin importar las diferencias.
¿Es esto lo que queremos para la educación del siglo XXI?

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