La Independencia es una cosa  y la erradicación de la esclavitud otra

La Independencia es una cosa  y la erradicación de la esclavitud otra

He leído con interés el artículo del buen amigo y colega  médico e historiador Santiago Castro Ventura (“Hoy” 23-12-2010), en el que discrepa de mi comentario sobre el olvido del Gobierno y el público de la llamada Independencia Efímera  del 1821, porque ésta fue la primera que en realidad se produjo. 

 Esa posición suya no es nueva, pero resulta más ideológica que científica. En realidad, en toda sociedad hay una Infraestructura Económica, determinada por las técnicas vigentes de producción y gerencia de bienes y servicios; de ésta se deriva la Formación Social, que define los roles, derechos y deberes de sus miembros en  función de esa economía;  la Estructura Político-Jurídica, que determina las jerarquías y relaciones entre  sus integrantes y el mundo exterior, por lo general bajo la forma de un estado-nación; y finalmente una Superestructura Ideológica o Cultural, que define las creencias, valores y normas de acción dominantes en esa sociedad. Obviamente, tanto la infraestructura económica, como la superestructura cultural, pueden sufrir modificaciones tanto desde dentro como desde fuera de la sociedad, y ambas influyen sobre la Formación Social y el ordenamiento político-jurídico, y de esos entre sí.

Por tanto, una cosa es la independencia de un país, que implica un cambio en su ordenamiento político jurídico que lo  convierte en un estado-nación, y otra su formación social, que incluye y los derechos civiles y la eventual esclavitud.  Decir lo contrario es ideologizar la historia.

La independencia de América la protagonizaron miembros destacados de la aristocracia criolla, muchos de ellos esclavistas,  aliados a curas patriotas de provincia: Washington, Jefferson, Miranda, Bolívar, Santander, Hidalgo, Morelos, Iturbide, O’Higgins, San Martín, Artigas, Pedro I y Céspedes, fueron ejemplos de ello. Núñez de Cáceres no fue una excepción.

Por su parte, la manumisión de los esclavos en América se produjo antes, durante o después de la independencia  de sus naciones. Fue algo diferente, que no le quita importancia.  De hecho, podemos constatar que se produjo en momentos distintos a ésta: Argentina, 1813; Venezuela, 1816; Colombia, 1821; México, 1829; Estados Unidos, 1865; Cuba 1870 y Brasil, 1888.

Sin duda que si Núñez de Cáceres hubiese cumplido de inmediato su promesa al Batallón de Morenos, de decretar la manumisión y no dejarla para después, le hubiese sido más difícil a Haití  del 1822 invadirnos dos meses después, tal como hicieron los trinitarios en 1844 al pactar con los Puello y Santiago Basora lo que contribuyó al éxito de la Separación.

Es incontrovertible que la primera independencia dominicana fue la del 1821.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                             En 1844 hubo la Separación de la integración forzosa con Haití y en 1865 triunfó la Restauración.   Duarte, Sánchez y Mella merecen ser los  padres de la  Patria por protagonizar la epopeya que encarnó la nacionalidad dominicana, como Bolívar es el Libertador de Venezuela, aunque no declaró la Independencia.

Para el mulato Boyer,  “la Parte del Este”, de mayoría mulata, aportaba el balance étnico que le permitiría mantenerse en el poder indefinidamente,  en aquel Haití de grandes enfrentamientos entre  negros y mulatos.

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