La India: destino favorito del espíritu

La India: destino favorito del espíritu

Pocos lugares del mundo ofrecen tantas opciones para el crecimiento espiritual y la búsqueda interior como la India, un país cuyas gentes aceptan la presencia de lo divino en todas las cosas y en el que, bajo las milenarias tradiciones hinduistas y budistas, han surgido decenas de gurús y líderes espirituales.

Además de los impresionantes palacios de los antiguos majarajás del Rajastán, los paisajes de los himalayas, las paradisíacas playas del sur y la arquitectura mongol a lo largo y ancho del país, la India ofrece a los turistas cursos de yoga, meditación, tantra, masajes, medicina ayurvédica y multitud de disciplinas para tratar el cuerpo y la mente.

Los Ashram, centros espirituales

En todo el territorio se pueden encontrar gran cantidad de Ashram (centros espirituales), algunos de ellos dirigidos por un gurú y visitados por sus seguidores y otros destinados simplemente a la práctica del yoga o la meditación, a los cuales acuden multitud de extranjeros que optan por pasar su verano de una forma diferente.

En muchos de estos lugares, se debe respetar una rígida disciplina en lo referente al ruido, la vestimenta, las horas de despertarse y acostarse y las comidas, en casi todos ellos estrictamente vegetarianas.

Uno de los más conocidos es el Centro de Meditación de Osho, que exige a quienes quieran estar una temporada allí pasar un test de sida. Esta organización ofrece, entre otros, cursos de diferentes tipos de meditación, tratamientos de hipnosis y un programa para estar durante 21 días aislado y en silencio.

Otro de los más visitados por los occidentales es el ashram Sivananda Yoga Vedanta que ofrece diversos paquetes, como las “Vacaciones de Yoga”, con actividades de pensamiento positivo, meditación, cantos devocionales, conferencias de filosofía y asesoría de salud. También tiene el “Programa de Ayurveda y Ayuno”, en el que durante dos semanas sólo se consumen zumos, se reciben los tradicionales masajes de aceites y se siguen “terapias de purificación”.

Lugares como Haridwar y Rishikesh, en el norte de la India, éste último conocido por la visita que hicieron los Beatles, atraen cada año a miles de occidentales que buscan un poco de paz y ampliar sus conocimientos de yoga.

Estas ciudades santas, donde no se permite la venta de alcohol, son atravesadas por el sagrado Ganges, que desciende con fuerza en los meses de verano en los que el agua de las lluvias del monzón y el deshielo de las nieves de los himalayas se unen para hacer aún más poderoso este venerado río.

A orillas del Ganges se agrupan decenas de templos, de ashrams y de shadus (hombres sagrados) vestidos con prendas de color naranja o blanco, de los que los occidentales tratan de aprender lo que no pueden conseguir en sus civilizados países.

PARA LA FELICIDAD

Algunos de los extranjeros que acuden a estos lugares sólo quieren mejorar su estado físico y aprender las técnicas de yoga dónde se originaron, pero la mayoría quiere también practicar la meditación y conocer las artes orientales en busca de un crecimiento espiritual que les lleve a vivir su vida con más plenitud, ser más felices o imponer un poco de paz en sus estresantes vidas de occidente.

Silvia García, una profesora universitaria que ha acudido a Nueva Delhi para convertirse en profesora de yoga, afirma que siempre se había sentido atraída por la India, puesto que este país “te ofrece estar más en contacto con la cultura en la que se engendró el yoga y te permite aislarte de todos los distractores que tienes en occidente”.

“Tienes que adaptarte a gente nueva, costumbres, códigos de comportamiento social diferentes, y a su vez aprendes a prestar atención a otro tipo de cosas que en occidente pasan desapercibidas, como hacer más caso a tus sentidos, integrar la meditación en tu cotidianeidad y valorar más profundamente todos los dones que se nos regalan día a día”, agrega.

Mientras contempla desde una orilla de Rishikesh el descenso de las aguas sagradas del Ganges, el historiador Rubén García afirma que acudió a este lugar “buscando al Dios que nos ha sido robado en occidente”.

Otras personas acuden a la India en busca de algo que sólo se puede encontrar en este lugar: aprender los secretos de las plantas curativas, los beneficios de los aceites esenciales, ser introducido en la ciencia milenaria de la medicina ayurvédica.

Verónica Hilillo, que reside en Nueva Delhi y el próximo año iniciará en Kerala, en el sur de la India, sus estudios de medicina ayurvédica, indica que quiere aprender ayurveda “para conocer más profundamente la naturaleza humana y encontrar respuestas no sólo a enfermedades, sino también a estados emocionales”.

Según ella, vivir en la India es un aprendizaje constante. “Estar aquí es como volver a las raíces. Ver a tantas personas viviendo en condiciones tan básicas amplía tu visión de la realidad y te ayuda a entender mejor la naturaleza y dejar un poco de lado la superficialidad”.

Otras personas, como Anand, un empresario catalán de 63 años que reside desde hace varios en el estado de Kerala, llegan a la India siguiendo a su gurú, en su caso la líder espiritual Amma, más conocida cómo “la santa que abraza”.

Según él, “cuando se vive en la sociedad occidental te das cuenta de que es imposible alcanzar la felicidad que te prometen”.

“Yo me di cuenta de que esa felicidad no llegaba nunca y entonces conocí a Amma. Cuando ella visitó Estella, en Navarra, fui a verla y tuvo un impacto muy fuerte en mi interior, que se convirtió en paz. Durante los tres días que ella estuvo allí sentí una gran paz, que no había sentido antes, y entonces me di cuenta de que la felicidad no estaba fuera, sino dentro de mí”.

Anand decidió entonces venir a verla a la India y, al visitar el ashram, tuvo la certeza de que éste era el lugar acertado y que su vida, a partir de aquel momento, era “servir al mundo sirviendo al gurú, al maestro”.

Son muchos y muy variados los perfiles de quienes vienen a la India a buscar el desarrollo interior, la paz, su dios, la calma, la conexión con el universo, la trascendencia, el conocimiento o alguna otra emoción que complete sus vidas y para el que algunos todavía no han encontrado nombre.

EFE-REPORTAJES

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