La indiferencia

La indiferencia

Lo peor que nos puede suceder como seres humanos es la indiferencia. Encontrarnos una vez en la vida es un privilegio; volver a encontrarnos de nuevo e ignorarnos mutuamente es un pecado, sobre todo entre nosotros los dominicanos. Cuando se pierde la curiosidad innata es mejor que estemos muertos, especialmente si se trata de un político, pues un político indiferente es un cataclismo, aunque estamos rodeados de cientos de ellos. No se puede vivir encerrado en uno mismo bajo el pretexto de servirle al pueblo.

Viajamos en el mismo vuelo de American Airlines, aunque él estaba entronizado en primera c1ase y yo en el área reservada a los turistas. Traté de saludarlo pero me esquivó la mirada y torció el rostro hacia la pared para que sus ojos no se encontraran con los míos. Lo mismo sucedió cuando volvimos a encontrarnos a la salida del avión, después que nos mantuvieron por una hora esperando en el aeropuerto internacional de Miami. Casi todos los pasajeros perdieron sus conexiones debido a esa tardanza.

El volvió a meter sus ojos dentro de su bolsillo izquierdo como si se tratara de una billetera de piel de ovejo realengo para no tener que saludarnos. Al medio día del día siguiente volvimos a tropezarnos en el Pasta Restaurant de Dadeland Mall y volvió a esconder su mirada en la espalda como si yo estuviera afectado de repente de la fiebre aviaria. ¿Timidez de político frustrado o una total indiferencia típica entre los dominicanos oligárquicos arrogantes?. No se le puede servir a Dios y al Diablo al mismo tiempo y tratar de justificarse ante el juicio de sus conciudadanos. «Viajaba a Washington agestionar otro préstamo millonario para equilibrar el inequilibrable presupuesto del gobierno dominicano». Así decía la nota de prensa.

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