En este pandemónium en que se desenvuelve la vida del pueblo dominicano agravado en los últimos años y acentuado no tanto por los resultados (previsibles) de las primarias internas y la proclama de la Junta Central Electoral a quien le cabe, como señalara el juez titular del Tribunal Superior Electoral, “la responsabilidad de los daños irreparables ocasionados” en ese certamen, siendo su presidente y la Junta los responsables de“ reglamentar, organizar, administrar, supervisar y arbitrar el proceso de las primarias para la escogencia de los candidatos y candidatas a cargos de elección popular”, provocando, en la mayor parte de la población una justa indignación y el miedo de que la historia se repita en las elecciones generales venideras desbordando con igual encono la impotencia ante la impunidad de hechos escandalosos, fraudulentos, ilícitos, cuestionados (no solo a nivel tecnológico de alteración en el cómputo y asignación de votos automatizados) que coronaron el reciente proceso electoral exacerbando la rivalidad que con la renuncia de Leonel ha dividido definitivamente a los dos bandos antagónicos, irreconciliables para deshonra del partido y su pasado líder y fundador, profesor Juan Bosch.
En su libro “Los Cuatro Gigantes del Alma”, el reconocido psicólogo Emilio Mira y López, estudia y analiza objetiva y científicamente la corporalidad del alma en el cerebro humano, que clasifica en “cuatro núcleos energéticos que orientan, impulsan y limitan el universo mental, individual y colectivo, del hombre”: 1) el Miedo, el “Gigante Negro “que paraliza, confunde, obnubila y ocasionalmente, de manera instintiva o inducida, es superado venciendo su rival. 2) La Ira, el “Gigante Rojo”, contrario al miedo, de protesta letal, agresivo, violento, pasional “como los odios políticos, raciales, de ambición de poder y riqueza, invocando causas reales, falsas o imaginarias que lo justifique. 3) El Amor, el más hermoso y más complejo sentimiento humano armado de tolerancia, comprensión y perdón antagoniza hasta vencer a sus dos compañeros rivales. 4) El Deber, el Gigante Incoloro, no siendo originario o natural, más bien cultural, su cumplimiento es “el primer deber del hombre” como enseñara el maestro Eugenio María de Hostos.
Volviendo al tema de la indignación, el miedo y la ira, no aquella que ha invadido y perturbado a los dos líderes, dirigentes y partidarios de los bandos peledeístas, asidos al poder, sino la ira racional, en su tonalidad positiva, de un pueblo hastiado de ignominias, decidido a producir, por la vía institucional, hasta donde sea posible, sin violencia, el cambio necesario que demanda el desplazamiento de un sistema de gobierno autocrático marcado por la corrupción, la prepotencia, la intolerancia el afán y abuso del poder, imponiendo el orden, la disciplina, el respeto de los derechos humanos, la equidad y la justicia, y castigo a los culpables, sin miedo, lleno de santa ira como hizo Jesús de Nazaret, cuando expulsó a los mercaderes “que habían convertido el templo en cueva de ladrones.”
“Después- como diría en su canto el Poeta Nacional, Don Pedro Mir- no quiero más que paz. Un nido de constructiva paz. / Y quizás, a propósito del alma, el enjambre de besos/ y el olvido”.