La industria artesanal de alimentos sometida al escrutinio público

La industria artesanal de alimentos sometida al escrutinio público

En la vida y el accionar de personas y entidades, tanto públicas como privadas, una queja, observación u advertencia puede ser el punto vital de partida para comenzar a aplicar cambios destinados a ser más eficientes y competitivos, a fin de operar acorde con los exigentes requerimientos del tiempo actual. Para lograr este provechoso enfoque hay que tener sentido amplio de receptividad y autocrítica, dejando de lado susceptibilidades y visiones angostas que no permiten el crecimiento, la superación y que además impiden visualizar nuevos horizontes de progreso.
Este es el ejercicio rápido e inteligente que deberían asumir pequeños productores artesanales o informales de alimentos, principalmente en el renglón de quesos criollos, que en las últimas semanas han estado sometidos al escrutinio público por cuestionamientos a la forma en que estarían operando sin observar normas estrictas de higiene y calidad.
Este tipo de debate a nivel público es relevante y no debe ser rehuido, por cuanto evidencia una genuina preocupación para que los consumidores puedan adquirir alimentos de todo tipo cuya elaboración se haga siguiendo al pie de la letra todos los estándares esenciales en la materia y pensando siempre en la salud de la gente que los consume.
Toda esta inquietud ha surgido a raíz de que comerciantes mayoristas de provisiones denunciaran la existencia de más de 500 fábricas informales de quesos que no estarían cumpliendo con los requisitos sanitarios a que deben ceñirse en cumplimiento de la ley y por cuidado y respeto al público.
Se trata, no hay duda, de una denuncia que debe ser investigada por las autoridades sanitarias y que no puede quedarse únicamente en publicaciones periodísticas, ya que es su obligación garantizar que la ingesta alimentaria no esté expuesta a peligros.
De comprobarse la denuncia y la cuantía de productores locales que estarían operando sin las debidas regulaciones estaríamos ante una grave falta y descuido de parte de las autoridades, sobre todo por que se afirma que el señalamiento se ha hecho en varias oportunidades sin obtener respuesta alguna.
La situación es sumamente delicada en razón de que se ha llegado a hablar de fábricas que operan prácticamente en la clandestinidad, lo que dificulta la supervisión de parte de la Dirección General e Normas y Sistemas de Calidad (Digenor) y del Instituto de Protección de los Consumidores (Pro Consumidor). Sin embargo, esto no puede ser admitido como una excusa válida o aceptable para justificar dejadez o inacción. La clausura y decomiso se impone en cualquier sector alimentario cuando se establece fehacientemente que incumple normas sanitarias.
Es conveniente que todas estas preocupaciones sean despejadas, sobre todo por que aparte de algo tan importante como la salud pública, está en juego la buena imagen y credibilidad de la industria artesanal nativa, que bien regulada en el sentido amplio de la palabra podría despojarse del perjudicial carácter de informalidad que se le atribuye a parte del sector.
Como ha señalado Omar Benítez con mucha propiedad por su experiencia y aportes a través de la Junta Agroempresarial Dominicana, es imperativo que estos pequeños productores se organicen en todos los órdenes, porque así lo demandan los tiempos modernos y el mantenimiento de una buena reputación.
En medio de esta situación hay que saludar como una nota positiva que el gran comercio está llamando a concitar la atención del público, sosteniendo que no todo anda mal en este renglón y de que “somos un país de grandes quesos”. Al mismo tiempo, invitan a consumir alimentos artesanales en diferentes renglones, con lo cual tienden a subrayar que artesanal no puede ser visto en sí mismo como una denominación de descrédito o desconfianza, siempre y cuando detrás haya productores serios y responsables.

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