La inexistente frontera

La inexistente frontera

La casi inexistente frontera que divide las dos naciones isleñas, es la fuente de conflicto sin solución que poco a poco ha ido estimulando la integración espontánea, que los vecinos occidentales han ido fomentando de manera que una fusión o una mancomunidad isleña se haga presente para beneplácito de naciones amigas como Estados Unidos, Canadá, Venezuela y Francia, cumpliéndose sus esfuerzos, que con tan poca diplomacia, han ido fomentando en los pasados 30 años.

La vulnerabilidad fronteriza es de todos conocidos, ya que por lo aislado de la zona, no incentiva a establecer asentamientos humanos que aseguren la dominicanidad, sino que es una tierra de nadie aprovechada por los haitianos para depredar los bosques y establecer los procesos para la preparación de carbón vegetal.

Durante la dictadura de Trujillo, y en su proceso de sembrar el orgullo de ser dominicanos, la frontera recibió especial atención del dictador después de su matanza de 1937, con el establecimiento de las colonias, en especial en torno a Pedernales como Aguas Negras y en la parte norte en Río Limpio cerca de Loma de Cabrera, las cuales se desenvolvían con precariedades pero existían y constituían un esfuerzo nacionalista de mantener la presencia dominicana.

Desaparecido Trujillo, los esfuerzos por sostener una línea fronteriza impenetrable fueron abandonados y el desorden, la inmigración ilegal, el contrabando y la corrupción hicieron su aparición de manera que esa tierra de nadie estimuló un éxodo haitiano creciendo a medida que el país se desarrollaba y Haití permanecía sumido en sus sangrientas dictaduras y con un territorio devastado por la ignorancia. Solo les quedaba emigrar hacia la tierra de sus vecinos orientales, que se veía atractiva, próspera y en donde iban a conseguir sus fuentes de trabajo permanente en la agricultura, la construcción y en la informalidad.

Los dominicanos, sin contar con la ayuda de los países amigos de Haití, podríamos elaborar un plan de repoblación fronteriza que en una primera etapa sería mejorar la infraestructura vial como sería la carretera de Duvergé a Pedernales y la reconstrucción de la llamada Internacional y al mismo tiempo aprovechar el agua de los ríos de la zona como el Artibonito, Macasías, Joca y Tocino, y llevar esas aguas a la gran extensión de tierras de gran vocación agrícola para entonces acudir en programas habitacionales, similares a Boca de Cachón, que programando unos cinco o seis, serían los incentivos para los habitantes que languidecen en esos lugares, viviendo en condiciones infrahumanas y se resisten a emigrar hacia otras poblaciones para no integrarse a los anillos de miseria o engrosar las filas de la delincuencia que tantos perjuicios está ocasionado a la comunidad nacional.

Ahora mismo, el cuido de la frontera ha mejorado por la presencia del cuerpo especializado CESFRONT, pero esa acción represiva no es suficiente ya que cada día vemos más haitianos en nuestras calles y más se trasladan sin temores de ser deportados hacia Bávaro y Punta Cana donde están sus fuentes de trabajo en una zona en expansión y esa mano de obra es requerida por el dominio de más de un idioma.

No será con esplendorosos desfiles militares de disuasión el día de la Independencia o de la Restauración, que los haitianos se van a reprimir en ese avanzado plan de apropiación de la parte oriental de la isla, sino que nosotros los dominicanos debemos revivir, si es que lo tenemos, nuestros sentimientos y convicciones del patriotismo que Juan Pablo Duarte quiso insuflarnos y nunca lo asimilamos apropiadamente.

Todavía vacilamos en nuestras convicciones de bien patrio, ya que ahora es más importante el bienestar personal, la buena vida y nos hemos convertido en islas, en que el egoísmo es la cualidad moral imperante para buscar los beneficios del capitalismo por cualquier vía, desde ser corrupto al servicio del Estado a matar en una ola de violencia imparable.

Mientras los dominicanos estamos inmersos en esos menesteres de la buena vida y atropellando a los semejantes y hasta a los familiares, con tal de hacerse de la riqueza, los haitianos, con la paciencia de la araña, van hilando su tela para que caiga en sus manos y en pocas generaciones la tierra oriental de la isla.

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