En resumen y poniendo las cosas en su debido contexto, al ocurrir ambos eventos simultáneamente, verbigracia, (valores más bajos para sus activos y salarios más altos para los trabajadores) podríamos comprender el por qué los ricos que dirigen los Estados Unidos detestan absolutamente la inflación.
Sin embargo, hay una normativa que pudiera homologar los eventos anteriores: La Reserva Federal puede subir las tasas de interés.
Esto ralentizaría la economía y aumentaría la tasa de desempleo, lo que reduciría el poder de negociación de los trabajadores. Un menor poder de negociación significaría aumentos menores o inexistentes, lo que eventualmente se traduciría en una menor inflación. Si embargo, el gobierno estadounidense tendría que volver a los programas de compensación para estimular el gasto/consumo, lo que conllevaría a emisiones inorgánicas impensables hoy día, a menos que se expanda la política fiscal a niveles muy regresivos.
Lo anterior plantea la posibilidad de que esa economía podía caer en lo que las ciencias económicas denominan la Trampa de la Inflación Baja (TIB).
El análisis se basa en un modelo de inflación neo-keynesiano, que asume que el sector privado está formado por hogares y empresas productoras de bienes, y el sector público está formado por un banco central y una autoridad fiscal. El banco central fija la tasa de interés nominal de corto plazo y la autoridad fiscal controla el nivel de gasto público, que se financia con impuestos corrientes y futuros.
Se supone que las dos autoridades normativas actúan discrecionalmente, en el sentido de que reajustan periódicamente sus decisiones por lo cual, tanto el sector público como el privado miran hacia el futuro, es decir, sus expectativas sobre las condiciones económicas futuras afectan sus decisiones.
NOTA: Se supone que las normativas emanadas de las autoridades monetaria y fiscal logren equilibrar los niveles de la deuda de los deudores, y los acreedores, para que estos últimos puedan cobrarla.
Lo anterior se pudiera lograr si la TIB es una situación en la que tanto la inflación real como la esperada están firmemente por debajo de la meta del banco central y las tasas de interés nominales están cerca o en su límite inferior.
Recientemente, los persistentes déficits inflacionarios en el mundo industrializado han suscitado preocupaciones de que otras naciones también puedan estar al borde de quedar atrapadas en una trampa de baja inflación al estilo japonés.
De ahí que, para alejar a una economía de una trampa de baja inflación, los responsables de la formulación de políticas requieren tanto de la voluntad como las herramientas para actuar en consecuencia.
El quid pro quo será una actitud, entere la acreedores y deudores, donde la normativa sea la de ganar-ganar y no perder todo por posturas intransigentes.