Por Eduardo Caballero
Comer es necesario y la salud depende de una adecuada ingesta alimenticia. Sin embargo alrededor de la comida existen mitos, mentiras, malas praxis o excesos. Por ejemplo, si usted decide comer por encima de lo necesario, engordará, y es posible que se enferme; por otro lado, si se concentra en un solo tipo de alimento su cuerpo no lo entenderá, porque necesita de una alimentación balanceada. Dejar de comer tampoco es adecuado, los alimentos son necesarios para subsistir.
Igual sucede con el consumo digital; en una era donde el contenido se encuentra volcado en la red, su consumo es necesario para nuestra formación, diversión e información; pero de allí a quedarse “pegado” en los dispositivos consumiendo cualquier tipo de contenido hay una gran diferencia.
El término «infoxicación» es producto de la unión de las palabras: información e intoxicación, y fue introducido el año 1970 por el futurólogo estadounidense Alvin Toffler, en el libro Future Shock, y posteriormente acuñado por Alfons Cornellá el año 2000, este investigador lo definió como “la incapacidad de análisis eficiente de un flujo de información elevado”. Al término se le conoce igualmente en inglés, como overload information, obesidad digital, o como como Síndrome de Fatiga Informativa. Este último término fue acuñado por el psicólogo David Lewis, para la agencia Reuters en su informe Dying for information? (1996). Según este investigador el síndrome está presente en personas que tienen que lidiar con toneladas de información procedente de libros, periódicos, faxes, correos electrónicos, etcétera. El autor indica que esto provoca la parálisis de la capacidad analítica, ansiedad y dudas, y conduce a malas decisiones y conclusiones erróneas. Lewis, reafirmó el término indicando que “Knowledge is power, but information is not”.
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En relación a este informe, el Diario El País (2011), indica que dos tercios de los 1.300 profesionales entrevistados por Reuters achacaron al estrés producido por manejar altos flujos de información, daños en sus relaciones personales, baja satisfacción laboral y tensión con sus colegas. Este mismo artículo alerta que “si recibes tanta información que te sientes saturado, estás pendiente de todo y de nada, sientes fatiga, estrés (también denominado tecnoestrés), no puedes dejar de ver tu teléfono, o te haces eco de falsas noticias sin consultar la fuente de las mismas, es posible que estés intoxicado”.
Nicholas Carr en su libro Superficiales (2011), advierte acerca del fenómeno de la superficialidad. Indica Carr, que la capacidad de concentración en la lectura de textos largos es cada vez menor debido a la actividad multitarea. En otras palabras por estar atento a la web, al Twitter, al teléfono, Skype y/o a las redes sociales al mismo tiempo.
Nuevamente Cornella, interviene para alertar que “el problema y su solución comparten el mismo origen: la red. Internet nos satura de información pero al mismo tiempo nos proporciona las herramientas para no morir ‘infoxicados’”
Finalmente, La Fundación Telefónica, nos ofrece cinco consejos orientados a evitar la infoxicación o manejarnos en un entorno de exceso de información y estímulos. Ellos son:
- Establece objetivos: analiza de manera clara y objetiva qué información necesitas y para qué la necesitas.
- Prioriza: clasifica la información en base a los objetivos que te has fijado, analiza lo que buscas y divídelo en temas y subtemas.
- Estandariza: el problema no es sólo el exceso de información que se recibe sino que se genera también demasiada
- Verifica y reconoce: comprueba la veracidad y fiabilidad de las fuentes. En internet cualquiera da su opinión como si fuera una realidad comprobada, reconoce a los autores que sean realmente relevantes.
- Compara: ya sea información, precios u opiniones, compara los datos según distintas fuentes.
A estas recomendaciones anteriores podemos añadir la sugerencia de desconectarse de vez en cuando, desactivar parte de las notificaciones de las aplicaciones así como pasar por un filtro a las amistades digitales.
La educación en medios o educomunicación, debe ser considerada con prontitud como una materia obligatoria y necesaria en los subsistemas educativos del continente latinoamericano.