“La desesperación conlleva al fracaso” es una frase que hemos escuchado mucho a lo largo de nuestra vida. La cultura de la inmediatez es un término que ha sido utilizado a menudo para otorgar uno de los aspectos culturales dentro del recuadro de la tal modernidad retrasada, la misma se ha ido estableciendo a partir de la globalización, y lógicamente acompañada de la exagerada promoción facultada por las nuevas tecnologías de la información y comunicación, entre otros factores. Todo esto trae en sí unos resultados que pudieran ser esperados o no, se han derivado varias conductas sociales como la hiper-conectividad tecnológica y el deseo constante de gratificación a corto plazo.
Psicológicamente, la gratificación inmediata es el deseo de experimentar goce o complacencia sin demora ni aplazamiento. Presuntamente, la satisfacción instantánea es el contrario de lo que se nos ha educado, pero no nos enseñan mucho a tener conciencia de que esperar no sea difícil, y existe un deseo innato de tener lo que queremos cuando lo queremos; que normalmente es sin demora.
Por ejemplo; si queremos adelgazar deseamos lograrlo en un mes sin mayores esfuerzos y con el mejor confort posible, aprender inglés en un curso exprés, tener todo ordenado y clasificado sin esfuerzo, el trabajo hecho para ya, o mejor para hace cinco minutos.
Estamos viviendo tiempos desafiantes ante lo valores éticos y es nuestra responsabilidad inculcarlos de forma consistente en nuestros hijos. No hay mayor satisfacción que celebrar un logro que haya implicado esfuerzo, esmero, tiempo y dedicación. Los mejores frutos son aquellos que cumplen con el tiempo y los requisitos fundamentales para desarrollarse y llegar a su plenitud, el tiempo dirá la última palabra.
Es notorio hoy en día que están llegando unos supuestos éxitos a personas y empresas de forma muy apresurada pero algo que debemos tener claro es que “lo que llega rápido, rápido se va”. Trabajemos por una patria desarrollada iniciando por nuestras familias inculcando valores que no perecen con el tiempo y que servirán de plataforma para otras generaciones. No nos dejemos arropar por la invasión de antivalores y seamos capaces de mantener nuestras raíces de manera firme, convencidos de un mejor mañana.