La inmigración no haitiana

<p>La inmigración no haitiana</p>

CARLOS DORE CABRAL
Este título no sólo es extraño por su formulación gramatical: se limita a afirmar lo que no es; también lo es porque destaca una especial diferencia entre uno de los conglomerados extranjeros que ingresan regularmente a la República Dominicana y el resto de los grupos foráneos que se supone se asientan cada cierto tiempo en el país.

Y mueve de inmediato a una pregunta: ¿por qué hay que separar a los inmigrantes haitianos y a los nacionales de otros países que también se establecen aquí?

El proceso o “incidente” que me llevó a plantear las cosas de esa manera comienza cuando Hugo Tolentino Dipp, siendo secretario de Relaciones Exteriores, decidió elaborar un proyecto de ley de migración que sustituyera a la normativa de 1939 y para eso contrató a la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales y nombró una comisión de especialistas nacionales políticamente heterogénea que lo consensuara.

Tuve el honor de encontrarme entre los comisionados. Los demás eran Wilfredo Lozano, Rubén Silié, Franc Báez Evertz, José del Castillo, Alejandro González Pons, Pelegrín Castillo y Plinio Ubiera, y los coordinaba Carmen Amelia Cedeño.

El anteproyecto elaborado por Flacso se sitúa en la corriente moderna que entiende las migraciones como procesos de desplazamientos humanos que hay que regularizar. Pero entre los comisionados había quienes entendían que las características del fenómeno inmigratorio hacia la República Dominicana obligaban a la elaboración de un anteproyecto diferente, que controlara ese proceso.

Así, a grandes rasgos, se escindió la comisión entre los partidarios de una ley de regularización y los partidarios de una ley de control. Me ubiqué entre los primeros y el argumento que utilicé para validar mi posición fue que las propuestas contrarias al anteproyecto presentado sólo tenían en cuenta la inmigración haitiana, que aunque no estaba de acuerdo, podía servir para justificar la intención controladora de sus puntos de vista, pero que esas propuestas pasaban por alto que la realidad inmigratoria de la República Dominicana desborda la presencia de los haitianos y que a ellos se agregaban otros grupos como los cubanos, los colombianos, los chinos, los italianos, los españoles, los norteamericanos, etcétera, por lo que el instrumento legal que se aprobara debía tener en cuenta igualmente a esos extranjeros establecidos aquí.

Los neonacionalistas –así se les identifica— respondieron ese argumento quitándole significación cuantitativa y cualitativa a la presencia no haitiana. Defendí mi hipótesis con “datos” sacados de experiencias personales, de la observación simple, de artículos de prensa…pero la carencia de estudios sociales sistemáticos al respecto, los debilitó enormemente.

Una situación diferente

Entonces hice conciencia, por primera vez, de que se trabajaba en la elaboración de una nueva ley migratoria en atención a una situación diferente a la realmente existente, pero que ese contrasentido no se corregiría hasta tanto no se demostrara con hechos provenientes de la realidad que las circunstancias del ingreso de extranjeros había variado radicalmente desde que se elaboró la Ley actual, 1939, a la fecha.

Reitero que esa era sólo una hipótesis que había que validar con datos y razonamientos tan lógicamente enlazados que echaran por el suelo la vieja creencia de que la única inmigración importante hacia el Este de la Isla de Santo Domingo es la que proviene de su lado Oeste. A pesar de esa enorme desventaja en la labor de consensuar el nuevo instrumento legal, seguí en la comisión hasta que mi estimado profesor y amigo Tolentino Dipp –escuchando los consejos de Martí— salvó la dignidad nacional renunciado a su cargo cuando el Gobierno dominicano se unió a la decisión guerrerista de los Estados Unidos.

Mi renuncia a esa comisión, que ni siquiera comuniqué, la acompañé del compromiso conmigo mismo de dedicar parte de mi tiempo a demostrar que la inmigración de nacionales no haitianos hacia la República Dominicana es importante tanto desde el punto de vista cuantitativo como cualitativo.

Tuve suerte, pues en aquellos tiempos estaba en pleno proceso el Censo Nacional de Población y Familia de 2002; bastaba entonces con un poco de paciencia para comenzar a tener datos frescos de los cuales partir. Además, la Dirección General de Migración registra las solicitudes de residencias por nacionalidad, el Banco Central anota las entradas y salidas de turistas y las entrevistas simples y a profundidad, los grupos focales, las historias de vida, las encuestas, los legajos depositados en archivos y las fuentes secundarias desde libros hasta periódicos, siempre están a manos del investigador social.

64.3% inmigrantes haitianos y 35.7% inmigrantes no haitianos

El Censo de 2002 (cuadro 1) registra que del 100% de extranjeros que residen en el país, 64.3% es haitiano y el restante 35.7% es no haitiano.

45,130 residencias emitidas

Los archivos electrónicos de la Dirección General de Migración (esa modernización se produce en 1997, o sea, en el primer gobierno de Leonel Fernández) registran que en sólo 8 años se le concedió residencia en el país a cerca de 50 mil extranjeros no haitianos.

Cuadro 1

Para las mentes curiosas e inquisitivas estas cifras no significan nada, si no se dice que en números absolutos ese 100% no excedía a 96 mil 233 personas nacidas fuera de la República Dominicana que en ese momento residían en ésta.

Lo primero que sugiere esa información es que los datos no se corresponden con la realidad de la presencia extranjera, que están subvaluados.  Nadie familiarizado con el tema migratorio dominicano aceptaría que aquí sólo residen 61 mil 863 haitianos, cuando el dato ideológico (aquel que proviene de los opositores a la presencia haitiana en el país) dice que esa cifra es de alrededor de un millón y es la cantidad que por comodidad más se difunde por la prensa escrita, televisiva y radial.

Podrían agregar que con las facilidades que se ofrece a los inmigrantes no haitianos en la República Dominicana (y el prestigio que eso reporta en ciertos sectores), la cifra de 34,370 extranjeros no haitianos esté, por el contrario, sobrevaluada.

Es cierto que estas cifras seguramente están subvaluadas en relación con la realidad, pero, el fenómeno de la subvaluación de las cifras de extranjeros en los censos es universal.  Está probado que esto sucede en todos los países donde se hace ese conteo y sucede porque en todos ellos hay inmigrantes legales e inmigrantes ilegales, y estos últimos no se arriesgan, por miedo a ser sacados del país, a presentarse al conteo.

En el caso dominicano eso es evidente, pues la entrada de ilegales desde Haití se hace de manera legal, o sea, las instituciones azucareras privadas y estatales, tienen entre sus empleados personas cuya definición de puesto es la de reclutar haitianos que ingresan a la República Dominicana sin ningún tipo de documento.

Además, las cifras de los extranjeros no haitianos pueden estar también subvaluadas.  En la edición del 29 de julio de 1999 del periódico Hoy se asegura que “más de 14 mil italianos viven ilegales en la República Dominicana”.

Esos datos no se corresponden con la realidad de la inmigración extrajera y su división entre haitianos y no haitianos, pero ofrecen una idea al respecto, que permite darle continuidad a la búsqueda.

Cuadro 2

Estas cifras refuerzan la significación de la presencia extranjera no haitiana en el país y permiten, así están registradas, determinar cuáles son los grupos más importantes, como puede observarse en el cuadro 2. En forma física existen las cifras de concesión de residencias a extranjeros por nacionalidad desde antes de 1961, que es el límite hacia el pasado que he impuesto a mi estudio. Pero los mismos no están procesados: esa labor de procesamiento se está haciendo ahora. Asimismo, entrevistas realizadas hasta ahora a nacionales cubanos, colombianos, españoles, italianos y chinos ponen de manifiesto que las migraciones de extranjeros no haitianos se iniciaron mucho antes de 1997 e incluso mucho antes de 1961.

En esta primera entrega se están manejando únicamente elementos cuantitativos cuya importancia relativa ya se demostrará, pero también se cuenta con informaciones de otros tipos que demuestran la gran significación cualitativa que tiene la inmigración no haitiana en la República Dominicana.

¿Por qué este estudio tiene una importancia trascendental no sólo desde el punto de vista académico, sino también socioeconómico y político?

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