El talentoso filósofo, poeta y fraterno amigo José Mármol escribió en su columna Carpe Diem del 1 de agosto en el hermano periódico El Día un artículo titulado: “Por una filosofía de la innovación”. Al disfrutar plenamente del aporte de su pluma y al él, en su introducción mencionar las distintas áreas del saber que tienen incidencia en esta actualizada conducta social y humana, me sentí participe y medité esa mañana en mi rincón de lectura y precisamente eso, mis consideraciones fruto de ese ejercicio lo que deseo compartir con mis amables lectores traducido en este “conservatorio” sabatino. La innovación es una forma filosófica de cambios modernos, que con cuerpo filosófico propio se ocupa de las innovaciones sociales, naturales y lingüísticas y como señalara el escritor, la innovación manejará la reflexión sobre los valores y disvalores en este campo, a pasar a ser temporales y contextuales, antes que ideales y eternos.
Innovación, significa evolución: básicamente pasar de un estado primitivo a otro más especializado y avanzado. Cuando mi nieta, ya una adolescente, aprende a cargar el iPad mientras envía mensajes desde el portátil, habla por el móvil y repasa los apuntes de ciencias, su cerebro se adapta a un estado más avanzado mediante la activación de neurotransmisores, la germinación de dendritas y la configuración de nuevas sinapsis. Este cambio computarizado del cerebro de nuestra nieta, de un momento a otro, como reacción a su entorno, producirá al final un impacto en las generaciones futuras a través del indefectible cambio evolutivo.
Señala el prominente neurocientista español, egresado de Oxford, Francisco Mora, que en el ser humano casi todo arranca de la educación que recibe. Es la educación lo que hace el hombre lo que este es en cada cultura. La educación es el eje en torno a la cual gira todo lo demás en una sociedad, lo que incluye los valores y entre ellos la libertad, la igualdad, la justicia, la verdad o la felicidad. Claramente la educación es un bien cultural, que no es genético. La neuroeducación es una nueva perspectiva de la enseñanza basada en la neurociencia, que deber ser considerada una innovación. Es una nueva visión que ha nacido al amparo de esa revolución cultural que ha merecido en llamarse neuro-cultura.
La meta reconocida de las neurociencias es describir cómo los componentes elementales del sistema nervioso conducen a las regularidades que pueden observarse en la conducta de los niños y adultos (incluidas las habilidades cognitivas más avanzadas). Un ejemplo práctico es la lectura, la que ofrece uno de los bancos de pruebas más apropiados para valorar ese enfoque “neurocultural”. Solo nuestra especie supera su condición biológica, crea un ambiente cultural artificial para sí misma y enseña nuevas habilidades como la lectura. Esta competencia es únicamente humana. Y es que, durante la construcción biológica de ese ser humano la memoria ha sido la protagonista, en esos pocos millones de años en los que el cerebro ha aumentado su volumen, (en desmesura si es comparado con cualquier otro animal sobre el planeta).
Hoy al conocer el funcionamiento del cerebro podemos sacar grandes ventajas en el complejo y continuo proceso de enseñar y aprender. Tanto la neuroeducación, como la innovación constituyen un nuevo campo abierto de esperanzas. Persigue varios puntos, el primero conocer las herramientas para promover que las neurociencias ayuden a la educación en todos los niveles, segundo, aportar herramientas para detectar los problemas neurológicos y psicológicos que entorpecen el aprendizaje bien temprano. Asimismo, permite auxiliar con las herramientas que sirvan para formar mejores ciudadanos con más valores y más críticos y la cuarta herramienta, aprender que una cosa es saber y el otro saber enseñar.