La inseguridad de las mujeres

La inseguridad de las mujeres

Las mujeres están en el centro del debate mundial desde la década de 1960. Lanzan diversas iniciativas para lograr respeto e igualdad, y en los medios de comunicación se libra una batalla candente para definir el contenido sobre el género. ¡Sí, el género!, término que las fuerzas conservadoras han convertido en perversidad.
Los políticos implementan constantemente estrategias para limitar el ascenso de las mujeres a la política, territorio de dominio exclusivo de los hombres hasta hace poco. Los gobiernos ponen cara democrática ante el tema, pero a la hora de la verdad, los gabinetes ministeriales están llenos de hombres y las leyes no dan garantías de igualdad.
Mientras las mujeres ascienden en la educación y se integran al trabajo remunerado, las altas posiciones laborales siguen reservadas fundamentalmente para los hombres.
Si evaluamos los abusos y crímenes de género, las mujeres son las más afectadas. Casi siempre un hombre es el que agrede a una mujer. Por su lado, las iglesias arremeten contra las mujeres culpándolas por casi todos los problemas familiares.
En resumen, en el mundo doméstico las mujeres trabajan más y no reciben remuneración. En el mundo público laboral, las mujeres trabajan cada día más, pero tienen la ruta de ascenso llena de dificultades, mucho más que los hombres.
¿Qué explica esta desigualdad persistente entre hombres y mujeres a pesar de los esfuerzos realizados en los últimos 60 años para igualar oportunidades?
Los conservadores aducen razones biológicas y religiosas. Dicen: hombres y mujeres son diferentes en su anatomía y funciones; así lo designó Dios, acéptenlo. Los progresistas aducen razones sociales: la socialización desigual a favor de los hombres.
¡Cierto!, hay diferencias anatómicas entre hombres y mujeres. ¿Pero explica eso, por ejemplo, que los hombres obtuvieran mucho antes que las mujeres el derecho al voto? ¡No! ¿Explica eso que en la República Dominicana solo haya tres ministras de un total de 23 ministros con cartera? ¡No! Sirvan estas dos preguntas solo de ejemplos.
Para preservar el patriarcado (sistema social donde los hombres dominan en las estructuras y decisiones), desde muy temprana edad a los varones se les motiva a desarrollar la seguridad y a las mujeres la inseguridad. Para explicar esto utilizaré aquí solo un ejemplo: el emparejamiento.
Desde muy jóvenes, los varones aprenden a ejercer el poder en la búsqueda de pareja íntima. El varón es quien propone a una mujer. Esto requiere arrojo y energía, voluntad y acción. La hembra debe ser pasiva y receptora de la propuesta.
Limitada en su posibilidad de activamente buscar una pareja, las hembras desarrollan la incertidumbre típica de quien está atada, de quien queda a expensas de otra persona para lograr un objetivo primordial en la vida como es emparejarse.
Así socializadas, las mujeres desarrollan una inseguridad desde la subordinación que se traspasa a otros espacios de acción (laboral, político), donde los hombres llevan la delantera en los cargos y las decisiones.
Es cierto que en tiempos recientes hay más mujeres dispuestas a tomar la delantera en la búsqueda de pareja. Pero aún hoy, es culturalmente mal visto en muchas sociedades.
Mientras el hombre es generalmente proactivo, la mujer es generalmente reactiva. La pro actividad de la mujer se admite socialmente en el cuidado doméstico.
Todos los seres humanos (hombres y mujeres) viven con niveles cambiantes de inseguridad, pero, mientras el hombre es alabado en su proactividad, la mujer es cuestionada o denigrada.
Esto no es biológico ni un dictado de Dios; es pura socialización en la desigualdad de género.

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