Mil cosas dan vueltas a mi cabeza. Todas son azules. Por más que quiera evitarlo, no puedo: el día, la vida y el mundo son, ahora, del mismo color. Por ello, son pocas las cosas que me salen en este momento: ¡sólo puedo pensar en el Licey, en Manny Acta, José Offerman y todos los que hicieron posible que volviéramos a reinar (sobre todo Bonifacio, que dio la cara oportunamente)!

Tal es la felicidad por la gloria reconquistada que todo lo demás parecía no importar. Entonces viene un título y me baja de la nube: “Asaltantes matan dos hombres en Villa Faro”. La muerte, inexorable, sigue alcanzando a gente que aún no se debió marchar. ¡Otra semana más manchada de sangre!

Nueva vez vuelvo con lo mismo. Parezco disco rayado. Pero, ¿cómo cambiar el tema si los delincuentes nos siguen matando y el gobierno (inserte palabrota) se hace de la vista gorda?

El último caso es desgarrador. Irenis Alcántara, de 27 años, fue sorprendida por unos delincuentes cuando llegaba a su casa. Su marido, al ver que la arrastraban por la calle para quitarle una mochila, fue a socorrerla. Lo mataron. También a un vecino que fue a ayudarles.

Los fallecidos son Víctor Félix Espinosa Capellán, de 38 años y Rafael Antonio Hernández, de 54, quienes fueron asesinados en Villa Faro… ¡a las 8:00 de la noche!

Por eso insisto. Y volveré a hacerlo mientras sea necesario (no me importa que me digan necia): ¡la inseguridad nos está atemorizando! Ya no sabemos por dónde ir ni qué hacer. A veces me sorprendo asustándome con mi propia sombra. Esto no es vida.