La insensibilidad social y sus metástasis

La insensibilidad social y sus metástasis

El hombre nuevo se ha dejado esclavizar por el confort, las redes sociales, el consumo, la televisión, los enlatados y la vida auto-gratificada que llevan las personas del “éxito moderno”; los de revistas, cine, novelas, etc. La aspiración por esa vida: el estrés y la angustia por alcanzar el nuevo estatus social, logrando asumir más “el parecer” que el ser. Millones de personas asumen la vida que otros se han encargado de planificar: los dirigen de forma automatizada y esclavisante; trabajos para llevárselo a la casa; cuatro a cinco horas de televisión, varias horas de redes sociales; tragarse una comida chatarra; salir los fines de semanas a comprar o consumir para endeudarse con tarjetas; vestir y acomodar placeres o, en tratamiento para enfrentar la presión, la fatiga física e intelectual o social.

Esa agonía por alcanzar el éxito, la fama, la notoriedad, la trascendencia y el estatus, se recorre a través de la cultura de la prisa y de la pérdida de los límites, del desapego social, de la falta de compromiso, y de la despersonalización colectiva. Ese entretenimiento y esa dispersión, ha distraído al hombre de la realidad social, de sus verdaderos compromisos existenciales y de la indiferencia por el que vive a su lado. De ahí la pérdida de la capacidad de asombro, la indiferencia y la apatía en la que nos hemos acostumbrado a vivir frente al dolor humano, la corrupción, la violencia social, el nuevo suicidio de la sociedad que prepara a los jóvenes para la depresión, la adicciones, el alcoholismo, la prostitución, sin que ellos se dieran cuenta de sus propias determinantes sociales. Y ni hablar de los que viven dentro del dolor; del fuego social donde hay que quemarse la piel para subsistir, o recibir las torturas psicológicas y moral de una sociedad fría, desafectiva, desvinculada y estructurada de forma desigual bajo las teorías del nuevo mercado. A esa insensibilidad social se llega por diferentes vías y se disemina por todo el tejido social haciendo metástasis.

Una hija planificó y ejecutó el asesinato de la madre por dinero, o dos adolescentes acuchillan a sus abuelos para robarles. Los titulares hablan de la insensibilidad humana y de la patología dentro de la familia y de la sociedad. Sin embargo, esa insensibilidad social queda expresada en los niños que nacen y en sus próximos años tendrán que pagar deudas económicas que otro le han puesto a sus estudios, a la salud, al desarrollo social, etc. Quedando expresada la falta de insensibilidad. Es decir, la sensibilidad emocional y humana se expresa en la solidaridad, en el cuidado, la prevención, en el pensar y planificar para no dañar o impedir que se pueda dañar a la otra persona. Si el mundo económico deja que las economías quiebren a través del endeudamiento para tener más control de sus riquezas; así mismo, los que son responsables de las economías locales y las que deben distribuir riqueza deben hacerlo de forma equitativa, inclusiva y de cohesión social. La insensibilidad es del tecnócrata, del burócrata y activista político y social; así como del profesional que se alquila, se convierte en puente de dos vías: una para llegar, y la otra, para cobrar y anestesiar el tejido social, para que no se sienta la metástasis del nuevo cáncer de la insensibilidad.

Por lo observado, parece que la metástasis de la insensibilidad afecta a grandes grupos: familias, parejas, hijos, amigos, partidos, iglesia y gremio, etc. La sociedad lo vive a diario en los hospitales, en el bullying en la escuela, en justicia cuando pone a un delincuente o a un asaltante de cuello blanco, que se ríe de su evasión social. Esa insensibilidad se ve en transporte, en la calle, en otros que nos invade y es indiferente; la vemos en el cine, en la televisión, en el supermercado, en el banco, en la funeraria y en la propia existencia humana, cuando dejamos de pensar y de vivir para servirle a los demás.

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