La inteligencia artificial no debe atrofiar la que es de nuestra propiedad

La inteligencia artificial no debe atrofiar la que es de nuestra propiedad

Se me ocurrió un sondeo entre amigos y familiares para determinar cuántos de ellos recordaba el número de teléfono de su casa, el de sus hermanos y familiares cercanos. El 70% de ellos dijo no recordarlos y que usaban el registro del móvil para realizar las llamadas pertinentes.
Algunos ni retenían el número de su propio celular, lo cual es preocupante porque es una muestra de que estamos dejando a la memoria artificial esa parte del cerebro que utilizábamos cuando los nuevos aparatos no existían.
Saberse el número de su casa, el de la suegra, de la madre, los vecinos más cercanos era casi una obligación por si pasaba algo. Ahora vivimos tan alejados de los vecinos y tan cerca de los amigos lejanos, que es casi seguro que si se ofrece una emergencia es difícil comunicarse con ese vecino cercano.
Cuando hice el ejercicio entre amigos y familiares pensé en lo que le puede ocurrir a cualquiera que le roben el celular, ¿a quién va a acudir si el directorio telefónico está en el aparato que se perdió?
Estimo que no hay que inventar nada nuevo para registrar los números telefónicos, es preferible hacer de nuevo el ejercicio de memorizar los teléfonos y recuperar las neuronas que se han atrofiado desde que dejamos de usar nuestra memoria para recordar los números de teléfono de nuestros cercanos.
Incluso hay números de teléfonos que debemos aprendernos de memoria, tenerlos presentes. El 911 no se olvida, pero no está en todo el país; el de los bomberos, la Policía, el médico de cabecera, el del pediatra de los hijos y de los familiares cercanos son indispensables en caso de algunas emergencias.
Si le resulta difícil memorizar todos esos números, téngalos a mano, use una libreta como antes, y aunque sea más fácil conservarlos en el celular, piense que si el mismo se daña, se le acaba la batería o cualquier accidente, no podrá comunicarse con esas personas tan importantes e imprescindibles.
La tecnología nos ha aportado un mundo nunca imaginado por nuestra generación; quien la inventó usó su talento, su cerebro y ha proporcionado múltiples beneficios a la vida cotidiana, pero eso no implica que debemos abandonar las oportunidades que nos brindan las cien mil millones de neuronas que contienen nuestro cerebro, las cuales, según la Premio Nobel de Medicina del 1986, la judía Rita Levi, solo mueren si no las utilizamos y que se reemplazan si ejercitamos el cerebro.
De acuerdo con este criterio, estamos convocados a no depender de la inteligencia artificial, sino a utilizar la nuestra, la propia, para seguir creando y produciendo cosas de las que todos somos capaces si nos lo proponemos como un plan para que nuestro cerebro no envejezca: ejercitarlo siempre, usarlo y no dejar que muera por falta de uso.

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