Hace unas semanas regresó mi hija menor Melissa, de su postgrado en Inglaterra. Al salir del aeropuerto y viendo deslumbrado el inmenso y bello mar Caribe con sus múltiples tonos lapislázulis, reflexioné sobre los temas de ¿cuál es la mayor herencia que le puede dar uno a sus herederos? y de ¿cuál es la máxima retribución que como padres podemos recibir de ellos? De esto último, con la venia de mis amables lectores, quiero “conversar” con ustedes. Sabiendo los grandes esfuerzos que significan integrar una auténtica familia, resulta una bendición divina que eso sea retribuido con creces por aquellos que tienen la mitad genética nuestra, el otro 50% de positivo, es de las madres. El aporte de ellas debe ser considerado doble o triplemente mayor, pues ellas son sin ninguna duda las que verdaderamente crían.
Mi Meli, joven abogada, egresada de la Universidad de Manchester, logró la publicación de dos de sus investigaciones y su tesis final también le será publicada por esa universidad inglesa, en razón de sus méritos. Por igual fue elegida la representante de su clase, compuesta por estudiantes de varias nacionalidades.
No creo que sean muchos los latinoamericanos que hayan tenido tal distinción. Meditaba, que he sido un padre muy afortunado, en el sentido de tener hijos inteligentes y de buen proceder. Los tres, Carolina, Omar y la Mely, en el colegio Babeque se ganaban todos los premios. Por sus excelencias académicas, dijeron los discursos de honor al recibirse de bachilleres (por igual los pronunciaron en sus graduaciones universitarias). En sus estudios de post-grado en paralelo los tres, han logrado las mayores excelencias de sus clases.
Hace unos días tuve la explicación científica a todo ese orgullo de mi estirpe familiar, prosapia que humildemente nos enorgullece, pues yo sólo respeto como linaje la “aristocracia” del pensamiento. Un nuevo estudio realizado en el Kings Collage de Londres en el Reino Unido, se publica en la revista científica Proceedings of the National Academy of Science, PNAS, de este mes de octubre, liderado por Eva Krapohl. El estudio confirma que el sacar buenas calificaciones, la seguridad, el éxito y el fracaso en la escuela, está determinado por nuestros genes, es hereditario.
Encontraron los investigadores que la influencia de la herencia en las notas escolares era del 62%. Llegando a esta conclusión valorando numerosos parámetros: inteligencia, autosuficiencia, bienestar, el ambiente en el hogar, la personalidad, etc. Estudio hecho en más de 13 mil gemelos.
Este amplio estudio inglés tiene un antecedente en el 2009, los trabajos de Paul Thompson, profesor de neurología de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). Estudió los cerebros de 23 pares de mellizos y de 23 pares de gemelos.
Usando un nuevo scanner para la obtención de imágenes, para mostrar la calidad de los axones del cerebro, o sea el cableado que conduce las señales en el interior del órgano rector. Está demostrado que mientras mejor protegido esté ese cableado neuronal, más rápido y eficazmente se procesarán las informaciones que recibe el cerebro. La mielina es una especie de funda protectora de las raíces nerviosas y que tiene a su vez la capacidad de la conducción del impulso nervioso.
Es decir que aquellas neuronas que tienen una mayor capa de mielina, mejor será su capacidad de conducción y por ende tienen esos cerebros la oportunidad de ser más inteligentes. La sustancia gris cerebral carece de mielina, por tanto su transmisión neuronal es más lenta.
La herencia por sí sola no es suficiente, no significa que el hijo de dos padres inteligentes será automáticamente inteligente, no.
Hay factores adicionales necesarios para alcanzar el éxito escolar, entre otros: una personalidad perseverante, la crianza, la buena educación, el entorno estimulante, la adecuada alimentación, las oportunidades sociales, en fin son muchos los elementos que participan para el éxito en los estudios.
Pero una cosa sí les puedo decir a mis gentiles lectores: no existe gratificación mayor para los padres, que esa, el que sus herederos sean muy inteligentes, refinados, considerados y con la suficiente capacidad emocional para pagar el precio de luchar para lograr el éxito. Mi nieta Nicole Marie va por el mismo camino, es una “brain”. Debemos aceptarlo, ¡la inteligencia es hereditaria!