Hay cosas sobre las que no puedo callar. En tal virtud le decía a unos amigos con los cuales converso frecuentemente, corriendo el riesgo de que me consideren arcaico, que cuando se habla de inteligencia artificial y se ven videos difundiendo robots hermosos, aunque sea mentalmente, se anda buscando la manera de convertirse, ellos mismos y la humanidad, en seres sin sentimientos.
Porque a fin de cuentas, hay quienes se niegan a reconocer la existencia de Dios y lo que él ha creado. En ocasiones, porque su ego no les permite admitir que pueda haber un ser supremo, por encima de ellos. Y sin darse cuenta, andan procurando la manera de crear mecanismos como si fuesen otros dioses. Ya no religiosos o mitológicos, sino producto de su propia creación.
Como si quisieran empujar el mundo a abandonar la cultura, la creatividad productiva, las relaciones humanas, el amor e incluso las creencias religiosas, para depender de la inteligencia artificial. Creada por la inteligencia humana que precisamente les otorgó Dios.
Lo mismo ha sucedido con algunas filosofías de la vida. La libertad. El orden moral, social y todos los valores humanos. Entre ellos, el trabajo como una mercancía a ser cambiada contra la esperanza de poseer medios en paz y sin Dios. Atentando contra el principio vital de las democracias. Con nombres diferentes pero igualmente materialistas e inhumanos.
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Sin embargo, de la misma manera en que los seres humanos jamás dejarán de tener sentimientos, ni se dejarán someter por robots con inteligencia artificial, así seguirán soñando y luchando por principios fundamentados en una verdadera democracia. Comprendida como una marcha hacia la justicia y el derecho. Hacia la liberación con sentimiento humano.
Por eso, a pesar de que algunos entiendan que la inteligencia artificial podrá colocar a los humanos a merced de ellos, para abaratar costos y evitar reclamos y conflictos, siempre brotarán filosofías, aunque fundamentadas de diferente manera, pero inspiradas en el humanismo. Porque los pueblos, aunque no lo demuestren de manera constante, siempre estarán buscando, con matices diferenciados, con amor o por la fuerza, principios auténticamente humanistas.
La denominada inteligencia artificial, solamente podría subsistir si está sometida a la voluntad humana. No sustituyéndola o suplantándola.
Porque hombres y mujeres, con necesidades o no, de cualquier raza o latitud, gozan de sentimientos que solo la inteligencia humana, amplia o limitada, puede ofrecer.
Aunque como chiste o entretenimiento, lamentablemente hay quienes pudieran estar dejándose entusiasmar con la idea de que máquinas con inteligencia artificial podrían sustituir todas las necesidades humanas. Con capacidad de resolver momentáneamente alguna insatisfacción personal, pero incapaces de ofrecer compañía amorosa, sentimental o familiar.
No me refiero a los que pudieran ser no creyentes o agnósticos. A esos siempre los he respetado. Me refiero a quienes pretender sustituir los sentimientos por conveniencias prefabricadas. Porque al igual que los que pudieran pretender inventar nuevas formas filosóficas o maneras de gobernar que desconozcan los valores humanos, la familia, la cultura, el amor y las creencias en un ser supremo, tampoco las máquinas, por más bonitas, suaves y fragantes que sean, podrán sustituir a la inteligencia y el amor humano.