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La aparición de mis escritos sobre la Revolución de Abril de 1965 requiere una breve explicación de nuestra parte. Autores nacionales y extranjeros han publicado valiosos ensayos históricos sobre dicho conflicto; hecho éste que les permite a muchos calificar de vana la esperanza nuestra de añadir algo nuevo a lo que sobre ese tema ya se sabe. Sin embargo, dentro de los conocimientos generales que sobre Abril se posee, un aspecto del mismo ha quedado inédito: el subjetivo, la experiencia vivida por muchos de los participantes en dicho acontecimiento. Es esto lo que realmente nos motiva a dictar conferencias, participar en mesas redondas, escribir libros, en fin, en aprovechar cualquier oportunidad que se nos presente de referirnos a tan magno acontecimiento.
El relato de los hechos ocurridos en Abril de 1965 constituye un intento de incluir en nuestras consideraciones el ambiente intangible de esos aconteceres; de descubrir los puntos de vista y las motivaciones de muchos de sus actores; y de comunicarles a nuestros amables lectores cómo sentimos la guerra quienes la vivimos. Recurriendo a mis recuerdos y a las narraciones de algunos testigos oculares de aquellos sucesos, hemos tratado de describir sus principales entornos. Si mal no recordamos, una vez le oímos afirmar al destacado historiador dominicano Frank Moya Pons que: “la historia oral no sustituye a la historiografía, sino que la complementa y llena intersticios”. Parecería diferente a lo expresado por el destacado escritor argentino Carlos Fuente, cuando, refiriéndose a su país, afirma que: “la memoria le da su verdadero sentido a la historia; la salva de la pretendida objetividad de los hechos de archivo; y la conecta con la colectividad y con las vidas personales. ”Quizá parezca escandaloso y hasta de mal gusto, narrar muertes, sufrimientos y tragedias ocurridas hace más de medio siglo. Muchos se preguntarán: ¿Para qué recordarlos? ¿Para qué revivir tantos odios y tantos rencores? Respondemos: porque creemos que recordarlos es la mejor manera de evitar su repetición. La crueldad de algunos de los hechos ocurridos en Abril de 1965 anuncia con la alegría de hoy la celebración de los 54 años de una gesta que expresó el heroísmo del pueblo dominicano en defensa de sus libertades. Entendemos que por sí misma, la suma de mis micros experiencias no puede dar como resultado una macro totalidad objetiva. Y que estas líneas que sobre la Guerra de Abril de 1965 tenemos a bien escribir no constituyen una historia de tan magno evento. Sin embargo, creemos que las mismas concentran, en la perspectiva de los más de 50 años transcurridos, los aspectos principales del conflicto. Resumiendo, no es la historia de Abril de 1965 la que contamos, son nuestras verdades de esa tragedia.
El 27 de Abril de 1965, creyéndose que todo estaba perdido, algunos dirigentes políticos y militares sublevados buscaron refugios en embajadas extranjeras o trataron de llegar a un acuerdo de cese al fuego con sus contrarios de la Base Aérea de San Isidro contando con la mediación de algunos miembros del cuerpo diplomático estadounidense. Otros, en cambio, decidieron combatir hasta el final.
Al amanecer del día 27 de Abril, las tropas de San Isidro se encontraban concentradas en la margen occidental del rio Ozama dispuestas a asaltar las posiciones constitucionalistas; para ello, contaban con tanques blindados AMX; un batallón de fusileros; una compañía de artillería; y con apoyos de unidades navales y aéreas. Los generales de San Isidro pensaban que el disponer de un arsenal como ése resultaba más que suficiente para terminar de una vez por todas con la resistencia de los militares insurrectos. Ante una situación como ésa, los militares constitucionalistas consideraron más importante que un alineamiento de artillería, el aprovechar la reacción moral de los combatientes para exigirles resistir donde el combate tuviera lugar. Dicha fórmula como solución militar parecería vaga e ilusoria; pero, era la más válida para explotar las fuerzas de una agrupación militar erigida ya en toda una muchedumbre de gentes dispuestas a batirse hasta el final.