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Recurriendo a mis recuerdos y a las confesiones y pareceres de unos que otros testigos oculares tratamos de describir los entornos de lo que aquí pasó en abril de 1965. Sabemos que esto tiene sus limitaciones y que, por sí misma, la suma de nuestras micro experiencias no puede dar como resultado una macro totalidad. Narramos hechos en los cuales tomamos parte. Pero, nuestros juicios al respeto no están respaldados por documentos ni por citas de eruditos. No obstante, sabemos que para escribir con entera propiedad la historia de lo sucedido no basta con haber sido testigo y participante en esa gesta como lo fuimos nosotros; se necesita algo más; se requiere de talento y dotes de historiador; también, de disponer de documentaciones que reposan en archivos militares cuidadosamente guardados, a los cuales pocas personas han tenido y tienen acceso.
Al amanecer del 27 de abril de 1965, las tropas de San Isidro se encontraban concentradas en la margen oriental del río Ozama, listas para asaltar las posiciones constitucionalistas. Alrededor de las seis de la mañana de ese mismo día, dichas tropas iniciaron el ataque; pero, ante el empuje y arrojo del ejército constitucionalista, no pudieron avanzar. Después de horas de combate, alrededor del mediodía las tropas de San Isidro abandonaron el combate, dejando abandonados valiosos equipos bélicos incluyendo tanques y carros de asalto. Después de dicha batalla, conocida como la Batalla del Puente, los militares constitucionalistas aumentaron sus efectivos y reafirmaron sus dominios de la ciudad.
Conjurado el peligro de San Isidro, las tropas constitucionalistas acompañadas por combatientes civiles enfilaron hacia la Fortaleza Ozama asiento de los temibles y odiados policías contra motines “Cascos Blancos”. Por medio de altavoces, los mandos constitucionalistas convidaron a las tropas policiales encerradas en el fortín a rendirse. El Jefe de las mismas, aunque confiado, no tenía ningún plan de acción concertado con los demás cuarteles policiales de la ciudad, las cuales, por demás, ya habían caído en manos de los constitucionalistas. Durante algunas horas, no hubo más que horror, muertes y derramamiento de sangre. Después de prolongados esfuerzos, los mandos constitucionalistas lograron controlar la situación e impedir que esa orgía malsana continuara. Un cierto número de oficiales y alistados de los llamados Cascos Blancos se lanzaron al río Ozama pereciendo algunos de ellos ahogados o víctima de los ataques de tiburones. Sólo unos pocos lograron escapar de aquel infierno. Toda resistencia le resultó inútil. Cerca del mediodía del 27 de abril, las tropas policiales sitiadas enarbolaron banderas blancas en señal de rendición. Los constitucionalistas tomaron más de 400 prisioneros y una cantidad considerable de armamentos conque armar, como así lo hicieron, a cuantas personas desearon incorporarse a la lucha revolucionaria.
A continuación ocurrieron varios cambios en la estructura de mando de los dos bandos en pugna: el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó surgió como jefe político y caudillo militar de las tropas constitucionalistas integradas a partir de entonces por militares y civiles, al mismo tiempo que en la Base Aérea de San Isidro se instalaba una Junta Militar encabezada por el coronel Pedro Bartolomé Benoit.
Después de los combates del 26 y el 27 de Abril de 1965, los mentores norteamericanos que respaldaban a los de San Isidro entendieron que no existía en el Ejército regular capacidad militar ni disposición para enfrentarse grupos de militares y pueblerinos en vía de convertirse en un ejército popular.
La Revolución de Abril de 1965 constituyó una fuente inagotable de enseñanzas militares, políticas y morales. Han transcurrido 54 años desde que se inició; pero, todavía sangran algunas heridas. Peor aún, no son muchos los dominicanos que posee una idea acabada de esa tragedia que condiciona tanto nuestra vida de hoy.